EL CUARTO DE LOS SACRIFICIOS (Oaxaca, México)
Relato enviado por Hércules, cuñado del protagonista; redactado y narrado por Milton Berrocal.
Esto sucedió en una casa en Oaxaca, una ciudad al sur de México.
Martín era mi cuñado, esposo de mi hermana María Calendaria.
Martín era un obrero que trabajaba en la restauración del jardín de una casa solariega, en la ciudad de Oaxaca, cuyos dueños tenían mucho dinero.
Los dueños de la casa habían contratado a Martín y a tres compañeros suyos para que reparen la pileta del jardín, así como para que instalen un sistema automático de riego del mismo.
La familia de la casa consistía en una pareja de esposos. No tenían hijos.
Ellos, a las 8 de la mañana, le abrían la puerta a los obreros. Posteriormente, la pareja salía a trabajar, dejando a los obreros solos en la casa.
Posteriormente, los esposos regresaban a las 6pm, justo cuando la jornada de los obreros terminaban.
Después de trabajar, él y sus tres compañeros podían ir a la cocina a tomar un vaso de agua o de refresco.
Para esto, para ir a la cocina, debían pasar por un pasillo, el cual conducía a la sala.
Una tarde, estando él solo trabajando en el patio, se metió a la cocina a tomar un vaso de agua.
Pero a medio camino en el pasillo, algo le llamó la atención.
Desde el pasillo, él vio algo en la sala.
Algo muy curioso y aterrador.
Era una estatua... la estatua de un Bafomet.
Era de un color beige claro y era la escultura de un hombre con una cabeza de cabra.
En otra ocasión, Mientras trabajaba en el patio, Martín descubrió allí lo que Parecía ser una puerta de metal, toda oxidada.
Dicha puerta Estaba cerrada con candado.
Parecía que el dueño ocultaba algo allí, algo que no quería que los visitantes y extraños vean.
Pensó que tenía que entrar allí, pero que debía encontrar la llave para abrir la puerta.
Lo más probable es que la llave la tengan los dueños de la casa, pero cabía la posibilidad de que ellos la hubieran escondido en algún lugar de la casa.
Habría que buscar por la casa.
Buscó por la cocina. Nada.
Buscó por la sala. Y entonces la halló.
En una mesa de la sala, estaba una llave algo antigua.
Quizás, esa era la llave.
Bueno, habría que probar.
Fue con esa llave al patio.
Se acercó a la puerta metálica.
Puso la llave en el candado.... Bingo. Era la llave.
Abrió el candado y entró al cuartito.
Lo que vio lo estremeció:
Había varios Altares dedicados a la Santa Muerte y en ellos recipientes con órganos humanos y un líquido rojizo que apestaba a algo ferroso.
Era sangre.
¿Cómo habían obtenido esos restos humanos? ¿Habían sido parte de personas sacrificadas?
Al parecer, los dueños adoraban al diablo, ofreciéndole víctimas humanas, a cambio de prosperidad.
Tal vez, habían llevado a algún sacerdote satánico, o, quizás, los propios dueños podían haber sacrificado con sus propias manos a algún desdichado, o a varios.
En dichos altares también encontró siniestras y horrendas estatuas de Bafomet.
No cabía duda. En dicho cuarto, se celebraban rituales satánicos, en los que se sacrificaban personas.
Sin embargo, Lo verdaderamente aterrador sucedería unos días después.
Uno de sus compañeros, Laurentino, no se había presentado a la casa. Lo más raro es que no se le volvió a ver en ningún lugar. Nunca más.
Lo más probable es que Algo le había pasado, algo muy malo.
¿Y si los dueños lo han sacrificado?
Esa pregunta asaltó la cabeza de mi cuñado.
Ese mismo día, él Volvió a robar la llave y con ella entró sigilosamente al cuartito del patio.
En los altares estaban las cuencas con órganos, pero algo que le llamó la atención fue que en un altar estaba un cráneo humano ensangrentado.
Ese cráneo lo habían colocado recientemente, ya que no lo vio la primera vez que entró.
Sin embargo, el ver en el altar algunos documentos del compañero desaparecido, así como varios collares que él usaba, hizo suponer lo peor.
Pero lo peor fue el ver en dicho altar documentos del compañero desaparecido, así como varios collares que él usaba.
Este hallazgo confirmó la pregunta que se había formulado sobre el paradero del compañero.
Él fue sacrificado en una ceremonia maligna.
Dos días después, otro compañero desapareció.
Él sabía que el segundo compañero desaparecido, cuyo nombre era Ernesto, había corrido la misma suerte que el primero.
Fue cuando la desesperación se apoderó completamente de Martín.
Su otro compañero, de nombre Silvio, estaba algo extrañado, pero nada más.
Martín sentía que tenía la obligación de contarle a Silvio lo que estaba pasando.
Presentía que, poniendo sobreaviso a Silvio, podía evitar una futura tragedia, ya que era claro lo que iba a pasar.
Sus dueños estaban sacrificando a los trabajadores, y sería mas que probable que en unos días los sacrifiquen a él y a Silvio.
Fue así que él liberó su alma y, sin que nadie los viera, se apersonó adonde estaba Silvio y le contó lo que sabía.
Silvio se echó a reír. Por supuesto que no le creyó.
Entonces, Martín le propuso llevarlo al cuarto del patio para que viera con sus propios ojos.
Silvio se asustó un poco, ya que no deseaba hurgar en lugares al que no tenía permiso.
Martín le dijo que él ya había entrado al cuarto y nadie se había dado cuenta, pero que fue así que él descubrió lo que estaba pasando.
En juego estaba que pudieran salir con vida.
Silvio, al ver la seguridad de Martín, sintió un poco de miedo y aceptó ir.
Martín cogió la llave y ambos fueron al patio.
Tras abrir la puerta oxidada, entraron al cuarto.
Silvio vio los altares maléficos en donde estaban las estatuillas de Bafomet y los recipientes donde estaban órganos y sangre recolectada.
Martín le señaló uno de los altares, en donde estaban los documentos y collares de Laurentino.
Efectivamente, Silvio vio esos artículos y comprobó que, efectivamente, le pertenecían al compañero.
Silvio supo que los dueños tenían algo que ver con la desaparición de aquel compañero.
Martín, además, le señaló la calavera humana que estaba en dicha mesa. Probablemente, sea de Laurentino.
A Silvio le entró un miedo que recorrió por su espina dorsal.
El saber que los dueños posiblemente hayan sacrificado a Laurentino hizo que Silvio temblara de miedo.
Es cuando, Martín comenzó a buscar con la mirada alguna pertenencia del otro compañero, de Ernesto.
Detuvo su mirada en otro altar. Al parecer había encontrado alguna prenda de Ernesto.
Entonces, Martín le indicó a Silvio que viera hacia un altar que les estaba señalando.
Allí vio, encima de ese altar que le señaló Martín, no una prenda, sino una mano cercenada.
Era la mano de Ernesto. Podía reconocerse por las sortijas que habían en sus dedos.
Alrededor de la mano había unos dientes, formando un círculo.
Martín le indicó que debían salir de la casa, ya que si seguían trabajando allí serían asesinados en rituales satánicos.
Ambos salieron del cuarto. Decidieron que lo mejor era irse sin decirle nada a los jefes. Ya cuando estén en sus casas, podían reportar que renunciaban al trabajo, alegando algunas excusas.
Fue así que los dos salieron de la casa, despidiéndose.
Aparentemente, se habían librado de aquel ignominioso destino.
Días después, Martín recibió un mensaje de parte de Silvio.
Silvio le dijo que estaba desesperado y en una difícil situación, ya que su esposa le estaba exigiendo que regrese al trabajo para que cobre por el trabajo que estuvo realizando allí.
Ella no le creía sobre que los dueños se dedicaban a sacrificar a sus trabajadores, sino que le atribuyó que él dejara de trabajar a un acto de holgazanería.
Si no regresa a la casa de sus jefes, su esposa lo dejaría.
No tenía otra alternativa que regresar.
Lo peor es que si él fuera sacrificado, no sabía si su esposa iba a presentar la denuncia por desaparición o si ella daría por sentado que él se habría escapado para ir a tomar.
Martín no supo si Silvio regresó a la casa de los jefes ni si él regresó con vida.
Le mandó un mensaje al celular de Silvio, pero sin respuesta.
Lo mas seguro que a Silvio también lo hayan sacrificado.
Martín tuvo la suerte de que mi hermana no le exigió volver a trabajar allí, aunque no le pagaran por el tiempo que trabajó allí, ello a pesar de que no le contó nada.
Hasta ahora, Martín tiene miedo, pensando en que los jefes se valdrán de algo para hacer que regrese a la casa y lo terminen sacrificando.
Dicho miedo no está infundado, ya que los dueños lo llamaron, diciéndole que él se había olvidado algunas herramientas y que debería regresar para recogerlas.
Esto que le decían era falso, ya que él no había olvidado ninguna herramienta.
Querían que regresara para que lo sacrifiquen.
Martín hizo caso omiso a esa llamada y a muchas otras, a las que ni siquiera él contestaba.
Él ha tenido, desde entonces, pesadillas con que él regresaba a aquel cuarto y era maniatado por los dueños.
Pronto, lo rodeaban junto con otras personas, todas vestidas con ropajes negros.
Y acto seguido, comenzaban a descuartizarlo en vida, ofreciéndolo en sacrificio al maligno.
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