miércoles, 23 de noviembre de 2016

La leyenda de las hermanas Fox

En el video anterior hicimos un repaso histórico del espiritismo. Ustedes sabrán que el fundador del espiritismo fue Allan Kardec, pero esta investigación tratará sobre las hermanas Fox, piezas fundamentales en la consolidación del espiritismo como ciencia. Acompáñenos en este recorrido de “La leyenda de las hermanas Fox”




31 de marzo de 1848. En un pequeño chalet de madera del pueblo de Hydesville, en el estado de Nueva York se inició una serie de fenómenos paranormales acaecidos a una familia, la familia Fox.
Los hermanos Fox eran siete, pero sólo tres participaron en los hechos: Leah, que tenía treinta y cuatro años en 1848, Margaretta, de catorce, y Catherine, de doce. El relato definitivo del incidente, que hizo época, lo proporcionó la madre cuatro días después en una declaración jurada, y ratificada como exacta por su marido. Contó que la casa donde vivían provisionalmente había padecido temblores inexplicables en las paredes y muebles, ruidos de pasos y golpes en las paredes y puertas. La familia llegó «a la conclusión de que la casa debía albergar a algún espíritu inquieto y desgraciado».
Cansada por las molestias, la familia se acostó temprano la noche del viernes 31 de marzo. Margaretta y Catherine –las únicas que vivían aún con sus padres– sentían miedo de los ruidos y se habían instalado en la habitación de sus padres. Sin duda, fue la presencia tranquilizadora de su padre y su madre lo que animó a las chicas a responder con tanto descaro cuando comenzaron los golpeteos.
Las niñas oyeron los golpes y trataron de hacer un ruido parecido, chasqueando los dedos. Mi hija menor, Cathie, dijo: «Señor Slipfoot, ¡haga como yo!», golpeando las manos. El sonido dio inmediatamente la misma cantidad de golpes. Cuando ella se detuvo, el sonido cesó un rato. Entonces Margaretta dijo, en broma: «No; haga como yo. Cuente uno, dos, tres, cuatro», golpeando las manos al mismo tiempo, y los golpeteos volvieron como antes. Tuvo miedo de repetirlo...
De esto pasaron gradualmente a comunicaciones más elaboradas, usando un código alfabético por medio del cual se descubrió que los golpes eran obra de un espíritu; finalmente, la entidad se identificó como un buhonero de treinta y un años que afirmaba haber sido asesinado en esa misma casa y cuyos restos estaban enterrados en el sótano.
Acudieron vecinos a verificar lo que ocurría; ellos también escucharon los golpes, hicieron sus propias preguntas y recibieron respuestas. Al día siguiente llegaron más visitantes y por la noche, a petición del espíritu, algunos hombres se pusieron a excavar en el sótano, para ver si podían comprobar la historia; desgraciadamente el pozo se llenó de agua y hubo que abandonar el intento.

Para la familia Fox, en aquel momento, se trataba de la presencia de un fantasma. A lo largo de la historia se han dado miles de relatos en que los muertos vuelven a la Tierra para transmitir mensajes o advertencias a los vivos, pero en este caso aparecía un nuevo elemento: una conversación entre vivos y muertos. Posteriormente una historiadora del movimiento espiritista, Emma Hardinge Britten, observó que eso significaba que no sólo el buhonero supuestamente asesinado, sino legiones de espíritus, buenos y malos, encumbrados e inferiores, podían comunicarse con la Tierra en ciertas condiciones incomprensibles para los mortales; que esas comunicaciones eran producidas por medio de las fuerzas del magnetismo espiritual y humano, en una afinidad química; que las variedades del magnetismo de diferentes individuos proporcionaban «poder mediúmnico» a unos y se las negaban a otros.
Al principio nadie entendió esas sutilezas, pero estaba claro que las hermanas Fox, de alguna manera, estaban dotadas para recibir esas comunicaciones: los golpeteos sólo se presentaban en su presencia y, además, ocurrían dondequiera que fueran ellas. Como sus vidas habían sido trastornadas por la publicidad, las niñas y su madre se marcharon de Hydesville y se instalaron en casa de la hermana mayor, Leah, en Rochester, pero los golpeteos viajaron con ellas. Una y otra vez los mensajes insistían: «Habéis sido elegidas para comparecer ante el mundo y convencer a los escépticos de la gran verdad de la inmortalidad.»

Ellas crearon un sistema de comunicación con espíritus que sería tan universal y que se mantiene en la actualidad.
Tiempo después de haberse hecho famosas por inventar tal comunicación, las hermanas Fox admitieron que fue un fraude, que ellas no tenían tal poder de médiums.
El día en que las hermanas Fox admitieron haber cometido fraude, fue un día feliz para los escépticos. No obstante, esta confesión fue posteriormente revocada. ¿Qué pensar de las fundadoras del espiritismo?
Tres años después de aquellos acontecimientos que marcaron época, ocurridos el 17 de abril de 1851 en casa de la familia Fox, en Hydesville (Estados Unidos), una tal señora Culver hizo unas declaraciones en Arcadia (Nueva York) que causaron gran revuelo. Estaba emparentada con los Fox, ya que la hermana de su marido era la esposa de David, hermano de las Fox. Declaró que:
Durante dos años había creído sinceramente en la comunicación por golpeteos; sin embargo, algo que vi en una visita que hice a las hermanas me hizo sospechar que hacían trampa. Decidí que de alguna manera debía salir de dudas, y algún tiempo después me ofrecí a Catherine para ayudarla en sus demostraciones. 
Catherine, al parecer, aceptó de buen grado su ofrecimiento, y pasó a enseñarle cómo se hacían los trucos:
Los golpes se producen con las puntas de los pies. Hay que utilizar todos los dedos. Después de practicar durante casi una semana, con Catherine al lado enseñándome, también yo fui capaz de producir estos golpes.
Hoy en día es imposible averiguar cuál fue el motivo de la revelación de la señora Culver. Puede que se tratara simplemente de amor a la verdad, o que hubiera una cuestión de celos. A primera vista su revelación no parece que pueda explicar todos los fenómenos relacionados con las hermanas Fox.
Por otro lado, es un hecho que se observó y examinó una y otra vez a las hermanas y que nunca fueron descubiertas en flagrante impostura. Tal como señaló su defensor, Horace Greeley, editor del Tribune, era, en efecto, posible que muchas cosas de las que ellas realizaban las pudiera hacer también un mago en el escenario. Sin embargo éstos eran artistas profesionales con experiencia, y en cambio las dos niñas no poseían las mismas habilidades que ellos, ni estaban entrenadas.
Sin embargo, los razonamientos de sus defensores y los resultados favorables de las investigaciones fueron olvidados cuando el 24 de septiembre de 1888 Margaretta (entonces señora Kane) comunicó a un periodista del New York Herald que tenía la intención de revelar que su actuación como médium había sido un engaño desde el principio basta el fin. Su hermana menor, Catherine (entonces señora Jencken) acudió desde Inglaterra para apoyarla. El 21 de octubre se congregó en la Academia de la Música de New York una gran multitud que quería oír la confesión:
Estoy aquí esta noche para denunciar, como una de las fundadoras del espiritismo, que todo ha sido un engaño desde el principio al fin, que se trata de la más absurda de las supersticiones, la más vil blasfemia conocida en el mundo.
El New York Herald describió la reacción:
Se produjo un terrible silencio. Todos sabían que se encontraban ante la principal responsable del espiritismo, su fundadora, su más alta sacerdotisa y médium. Se puso de pie sobre una pequeña mesa de pino, calzada sólo con medias. Mientras ella se mantenía inmóvil pudieron oírse diversos golpes fuertes, tan pronto en las bambalinas, como detrás del escenario o en el pasillo... La señora Kane se excitó. Comenzó a dar palmadas, a bailar y chilló: «¡Es un engaño! ¡El espiritismo ha sido desde el principio al fin una farsa! ¡No es más que un truco! ¡No hay nada de verdad en ello!» Siguió un torrente de aplausos.
Ese hubiera debido ser el golpe mortal al movimiento de cuyo nacimiento Margaretta era responsable. No obstante, pese a que la mayoría de los presentes quedaron convencidos, otros no, y sus reservas se vieron justificadas al cabo de un año, cuando Catherine primero y Margaretta después se retractaron de su confesión. Margaretta recalcó que todo lo que había dicho en contra del espiritismo era «absolutamente falso». Se negó a decir quiénes la presionaron, pero mencionó que «altas jerarquías de la Iglesia Católica hicieron todo lo que pudieron para que entrara en un convento». De hecho, se había convertido al catolicismo poco después de la muerte de su marido.
También culpó a su hermana Leah, acusándola de haberlas arrastrado a ella y a Catherine en ese asunto. Pudo muy bien ser que Leah animara a sus hermanas menores y que, siendo la que tenía más sentido práctico y visión del futuro, tomara la decisión de embarcarse las tres en un tipo de vida en el que el stress emocional y social era inevitable. No obstante, nunca anteriormente sus hermanas habían mostrado resentimiento.
¿Cuál era, pues, la verdad que se escondía detrás de la confesión y posterior retractación? Indudablemente, si Margaretta era capaz de producir sobre el escenario golpes simulados, demostrando así sus facultades para engañar al público, hay motivos más que suficientes para pensar que también utilizó estos trucos durante sus actuaciones como médium.
La sospecha de que, al menos algunas veces, hacía trampa fue confirmada por una fuente inesperada: su marido. El explorador del Ártico Elisha Kent Kane se había enamorado de Margaretta cuando ésta contaba sólo 13 años de edad. En contra de la voluntad de su familia la estuvo cortejando durante tres años, hasta que finalmente se casó con ella. A su muerte, Margaretta publicó las cartas y versos que él había escrito durante aquellos años. Contenían abundantes pruebas de que su marido creía que hacía trampas. «Oh, Maggie –escribió en una carta–, ¿no te cansas nunca de esta monotonía sin fin de continuos engaños?» Y en otra: «No puedo soportar el pensar que estás enredada en un asunto de maldad y engaños.»
El hecho de que Margaretta autorizara la publicación de estos documentos acusatorios sugiere que era consciente de haber estado empleando trucos. Sin embargo, si aceptamos la declaración hecha en 1888 de que todo fue un engaño desde el principio al final, nos encontramos casi con tantas cuestiones por resolver como si aceptamos que todo es verídico. Una de las personas más famosas que se sentaren junto a las hermanas Fox fue la cantante Jenny Lind, que distinguió entre los fenómenos físicos y mentales: «Aunque vosotras fuerais capaces de producir estos sonidos, es imposible que contestéis las preguntas que me han sido contestadas esta noche.»
Nos han quedado docenas de testimonios contemporáneos de gente convencida –a menudo en contra de su escepticismo inicial– de las cualidades psíquicas de las hermanas Fox. Esto no significa que las actuaciones de las hermanas se aceptaran como lo que pretendían ser. Muchas personas entre ellas, Horace Greeley, admitían la veracidad del fenómeno como tal, pero mantenían una opinión más abierta con respecto a su naturaleza:
Sea cual sea el origen o la causa de los golpeteos, lo que es un hecho es que las señoritas en cuya presencia se dan estos ruidos no los producen. Las señoritas afirman haber sido informadas de que esto no es más que el comienzo de una nueva era, en la cual los espíritus encarnados estarán más estrecha y claramente conectados con aquellos que han adquirido inmortalidad... De todo esto no sabemos nada, ni podemos aventurar nada. Pero si nos limitáramos a escribir las preguntas que hicimos y las respuestas que obtuvimos durante una sesión, se nos acusaría de haberlo hecho adrede para apoyar la teoría que considera estos fenómenos como manifestaciones de espíritus difuntos.
Parece razonable atribuir las «confesiones» de las dos hermanas menores a los avatares de su vida personal: ambas eran aún colegialas cuando todo comenzó; ambas habían sido catapultadas desde un oscuro medio rural hasta una posición prominente en una de las ciudades más grandes del mundo. El trágico fin de la romántica historia de amor de Margaretta hubiera desequilibrado a cualquier muchacha menos vulnerable. Margaretta se dio a la bebida y a la droga, como había hecho su hermana antes de casarse con el abogado Henry Jencken. A pesar de que este matrimonio le dio dos hijos, terminó también con la temprana e inesperada muerte del marido. En estas circunstancias, y quizás influenciadas también por los enemigos del espiritismo, no es de extrañar que las dos hermanas –ninguna de las cuales fue nunca muy inteligente– llegaran a un estado de confusión en el que la verdad y la falsedad se confundían.
En 1904, cuando todas las hermanas Fox habían muerto, una de las paredes de su vieja casa de Hydesville se derrumbó. Entre las ruinas se encontró los restos de un cadáver. Fue imposible identificar a quién había pertenecido el cuerpo. Sin embargo, constituye una curiosa afirmación del «mensaje» que habían recibido las hermanas Fox medio siglo antes.

En la próxima investigación hablaré sobre el juego de la Ouija. ¿Ustedes saben que es el juego de la Ouija?, que es, donde se inventó, porqué  es tan temido y peligroso jugarlo.
Todo eso descubrelo en la siguiente investigación.



Les saludó su amigo Milton. Me despido. Buenas noches.

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