viernes, 24 de marzo de 2017

La procesión de las ánimas en América Latina

La Santa Compaña no es un fenómeno sólo de Galicia o de España. También han sucedido casos en algunos países de América Latina. Incluso hasta ha salido impreso en una obra de un famoso escritor peruano.
En esta oportunidad voy a compartir la tradición de la procesión de las ánimas del escritor peruano Ricardo Palma pero no será el único relato que cuente, ya que les contaré dos experiencias reales con procesiones de muertos.




La procesión de las ánimas en la literatura peruana (Tradiciones Peruanas)
En el libro Tradiciones Peruanas del afamado escritor peruano Ricardo Palma podemos encontrar una tradición que nos revela que en Lima se producía el fenómeno de la Santa Compaña. Dicha tradición tiene por nombre “La procesión de ánimas de San Agustín”.
Esto sucedió en la Lima Virreinal.




En la época de la colonia, precisamente en 1640, el alcalde de Lima Alfonso Arias de Segura, un hombre imparcial en su sentido de justicia y aplicar la ley, inculpó a un lego agustino, llamado Cominito, de un crimen. porque lo encontró en el lugar del crimen. Dicho lego era inocente pero el haberse quedado en el lugar del crimen para socorrer a la víctima fue suficiente, según Arias de Segura, para demostrar que era culpable y por tanto, debía morir. El señor alcalde sentenció pena de ahorcamiento. El inculpado fue ahorcado y con ello la sentencia fue cumplida.
Sin embargo, en esa misma noche, el juez recibió una carta del homicida, quien se hacía cargo del asesinato del victimado y pedía que libere al inculpado, que horas antes había sido ejecutado.
El alcalde, quien se jactaba de ser justo e incorruptible, se turbó por haber actuado de manera tan injusta y salió al balcón para respirar tras sentiré mareado.
En eso sonó la campanada de la medianoche. Cual fue la sorpresa del alcalde al ver salir del interior de la iglesia que estaba al lado de su casa a una larga procesión de frailes que portaban cirios encendidos que se pararon enfrente de ellos y pudo distinguir por la mortecina luz de las velas que se trataban de esqueletos cubiertos de túnicas. Estas ánimas le increparon por esa actitud tan injusta de proceder y apenas se retiraron, el juez se desmayó y fue encontrado a la mañana siguiente en el frío piso del balcón, desmayado. Hubo dos mujeres de edad mayor que juraron haber visto a la procesión. Ese alcalde decidió dejar la alcaldía y se entregó a una vida monástica que cómo era frecuente en esa época para purgar culpas y pecados.
En la misma tradición, encontramos otro relato. Se rumoreaba que en la misma ciudad de Lima, Perú, para ser más concreto en el barrio de San Francisco, salía una procesión de la capilla de la Soledad. En una ocasión, una mujer se asomó y vio la procesión que pasaba por su puerta.  Todas las ánimas al pasar por su lado le dejaron encomendado sus cirios, por lo que ella alcanzó a guardar centenares de velas.
Al día siguiente se levantó para hacer negocio vendiéndolas, pero se dio tremenda sorpresa al ya no encontrar los cirios sino que halló en su lugar decenas de huesos.
La mujer sabía que esa misma noche se la llevarían, por lo que decidió confesarse ante el sacerdote quien le aconsejó que escondiera debajo de una manta a un recién nacido y en el momento en que vinieran a llevársela, ella pellizque a la criatura para que ella llorase y así las almas no tuvieran que cargar con el bebe.
Esa misma noche, se presentó el cortejo fúnebre en la puerta de su casa y ella hizo así cómo le aconsejó  el sacerdote y ella se salvó por ese truco.




Tras haber relatado la tradición de la procesión de las ánimas, permítame contarles dos relatos sobre La Procesión de muertos.


El primero es un relato que me hizo saber el suscriptor Ziu Zihueta Mini Valencia de México. Lo contaré a manera de entrevista.
Mi vecina me contó una vez que en una reunión de la familia de su hermana, creo era una fiesta, la suegra o suegro de mi hermana veía un tanto lejos una procesión así como la que describes de la santa Compaña, y les decía pero nadie podía verla y tiempo después aquella personas que la vio falleció mas o menos como entre 6 o 8 meses.



El segundo y último relato es sobre la experiencia que le sucedió a mí papá.
En la ciudad de Andahuaylas, Perú, mi padre había comprado una vasija prehispánica a un ciudadano francés que obtuvo tal pieza en una excavación por el lugar.
Mi padre vivía en una casa que antes fue un monasterio donde penaban. Él puso la vasija en la cocina. Él me cuenta que la vasija tenía una particularidad excepcional: si ponías una moneda dentro de la vasija, encontrabas luego que había dos o más.
Después de ello, vino una experiencia que provocó una animadversión a la vasija.
En una noche, mi padre se despertó tras escuchar unos ruidos que provenían de la cocina. Mi padre estaba comprometido con una pareja que era anterior a mi madre. Ambos se despiertan del todo, pensando que eran ladrones quienes habían ingresado a la cocina. Los ruidos eran cómo de voces y se escuchaba un redoblar de tambores. Mi padre salió de su cuarto, que estaba en el segundo piso, y  se dirigió al baño que también estaba en el segundo piso. El baño tenía un tragaluz que daba a la cocina, que estaba en el primer piso. Desde el baño uno podía ver la cocina. Mi padre se asomó y no dio crédito a lo que vio: en la cocina, había unos cuatro o cinco enanos con túnicas blancas y encapuchados que entonaban extraños canticos y hacían una redondela. Así caminaban hasta que simplemente se desvaneció tal visión.
Mi padre se contuvo y pudo manejarse. Decidió que la vasija no se podía quedar, por lo que la mandó en una encomienda a la casa de sus padres en Cañete.
Mi abuelo también dio cuenta de que la vasija multiplicaba las monedas que se dejaban en su interior y que también vio a la procesión.

Mi padre asegura que esa vasija de los gentiles, cómo así la llamaba y refería, tuvo que ver con la muerte de mi abuelo, su padre, ya que su deceso ocurrió poco tiempo después que trajo la vasija a la casa de mí abuelo.

Plaza de Armas de Andahuaylas, Perú



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