martes, 30 de mayo de 2017

Libro “Mitos y leyendas de Cañete y Yauyos” - Cleto Aguado Gutierrez (Leyendas de terror de Cañete y Yauyos, Perú)



Continuando con la serie Especial Libros, les comparto una serie de relatos del libro “Mitos y leyendas de Cañete y Yauyos” de Cleto Aguado Gutierrez.
Espero disfruten los relatos que a continuación comparto. 


CERROS ENCANTADOS Y LAGUNAS EMBRUJADAS


El pozo de la calzada
A poca distancia del distrito cañetano de Cerro Azul, en el camino al distrito de San Luis, hay un paraje llamado La Calzada. Por un cerro próximo corre una acequia.
El origen de esa acequia causa revuelo y miedo.
Hace décadas, un ciudadano inglés, muy acaudalado,  el señor Renycke, se estableció en San Luis. Por ese entonces el pueblo de San Luis no se había fundado.
Vio que había necesidad de una acequia para regar esas tierras y convertir esa tierra en una prospera villa. Se dice que él le vendió su alma al diablo a cambio de que aparezca una acequia. Así se cumplió el pacto. Al poco tiempo, el señor Renycke falleció. Cuando lo velaban, apareció un perro que tiene los ojos como dos fuegos y se apagaron las luces. Algunos acompañantes se desmayaron.
Cuando regresó la luz, se dieron con la sorpresa que el cuerpo no estaba allí. El diablo se lo llevó en cuerpo y alma.

La laguna encantada
En un lugar cercano al distrito de San Luis de Cañete, hay una pequeña laguna, cuyas aguas son calientes, en las que nadie se puede bañar, porque sale un raro animal de en medio de la laguna y empieza a dar vueltas formando espuma, oyéndose luego, como a lo lejos, acordes de una marcha guerrera.
Se cuenta que el agua cambia de color, razón por la que muchos pastores no la han vuelto ver por segunda vez, ya que, esta desaparece. La misma persona sólo la puede ver una sola vez.

Higo laguna
Un lugar amplio denominado “Paruco” está reverdecido permanentemente por los potreros de alfalfa y huertas con plantaciones de higueras, nísperos, granadillas y blanquillos que son regalados con las cristalinas aguas provenientes de Higo Laguna, de apariencia hosca que se halla casi escondido entre promontorios naturales y espesa vegetación silvestre.
Cuenta la tradición que esta laguna es encantada, pues en las noches cada cierto tiempo conversa con un pequeño manantial cercano “Sauces Puquio” del que recibe sus aguas, a la vez que es un lugar donde aparecen extraños personajes y animales. Una de esas apariciones es la de un gallo que emerge parado en una roca, en el medio de la laguna en épocas de la luna llena a medianoche.
Tras cantar tres veces el gallo, se escucha el tañer de una campna y las notas alegres de una banda musical a cuyo ritomo aparecen bailando unos diminutos hombres y mujeres encantados disfrazados de Machines y Chunchas, personajes de un baile tradicional del lugar.
Los habitantes del lugar recomiendan que a la hora que suceden estas apariciones (la hora de la laguna) la gente no debe pasar puesto que nadie se salva de verla y muere a las pocas horas gateando como si se tratara de una fruta podrida.

La laguna de tupinachaca
el cerro Tupinachaca es conocido por el pueblo de Tupe como su cerro guardián y protector, su Apu.
Se cuenta que un niño pastor llamado Pedro estaba arreando su rebaño de ovejas y cabras para apacentarlos en los pastizales de las inmediaciones del cerro Tupinachaca.
Al mediodía decidió aprovechar para comer su fiambre.
Es un remoto paraje, muy silencioso.
Allí él se quedó dormido. Al anochecer, sus familiares lo comenzaron a buscar, ya que él no había regresado.
Su padre lo fue a buscar, llegando al sitio donde el niño se quedó dormido. Pedro no estaba allí sino sólo su manto.
La búsqueda del niño continúo en los siguientes días. A la semana, el padre encontró al niño en las agrestes estribaciones de un cerro, el cerro Tupimachaca, casi irreconocible, con un cuerpo escuálido, desfalleciente y con dificultades para hablar. Su padre le preguntó qué le pasó, adónde se fue.
El niño le contó que  estaba durmiendo y se le apareció en su sueño un hombre blanco que lo llevó a un lujoso palacio, dónde comió mucha fruta y en eso se despertó y estaba allí con su padre.
Su salud se agravó tanto que murió días después. El encanto del cerro lo mató.
Lo curioso del caso es que en las rocas del cerro Tupinachaca es notoria la figura de un hombre pintado de color rojo además de otro dibujo de un hombre también de rojo, con un poncho y una flecha. ¿Será, acaso, el diablo?

La laguna de coayllo
En el distrito de Coayllo existe una quebrada llamada Piedra Huaca donde hay una laguna, la laguna “La Melancolía” que presenta un aspecto tenebroso.
Pese a decirse que estaba encantada, un hombre se atrevió a ir a la laguna. Fue acompañado de su perro y un gallo.
Después de una larga caminata, se sentó a comer su fiambre. De pronto escuchó el tañer de una campana, además escuchar notas de una banda musical.
Sin reparo, reinicio su marcha a la alguna. Al llegar allí, encontró que en el ella nadaban unos patos. Quiso atraparlos pero súbitamente sintió nauseas a cada intento.
Pasó la noche intentando dormir pero no pudo por los interminables ruidos espantosos que escuchaba, además de lo que vio. Caballos plateados cabalgados por extraños jinetes. Toros embravecidos que salían de los socavones cercanos, que corrían en torno a laguna y se sumergían en sus aguas.
Al ser la medianoche, el lugar empezó a incendiarse y en su huida, el señor corrió pero intempestivamente se vio atrapado en la gigantesca boca de una inmensa serpiente.
Cantó el gallo y la serpiente se quedó convertida en piedra.
El hombre pudo salir y llegó a su pueblo, dónde, tras contar lo que vivió en la laguna, murió.


DUENDES, SERES MONSTRUOSOS, BRUJAS, PROCESIÓN DE MUERTOS




Duendecillos
Esta leyenda es propia de la provincia de Cañete.
En un lugar cercano al actual pueblo de Pacarán, están las ruinas de un antiquísimo adoratorio indígena. Allí, a partir de la medianoche, salen de entre las ruinas arqueológicas y de las plantas de pacae, viñedos y platanales de las chacras de su alrededor, unos duendes, particularmente en la temporada de cosechas.
Eran estos duendes unos enanos con la cabeza totalmente ausente de cabello. Se descuelgan de las ramas de los árboles frutales. Era un lugar temido por las personas y nadie osaba acercarse si es que no quería ser asustada por los duendes.

El cerro negro y los uchuchullkos
Esta leyenda es particular de la provincia de Yauyos.
A dos leguas del pueblo de Aquicha, en la jurisdicción de Huantán, se eleva el cerro “Negro”, cubierto predominantemente por piedras negruzcas que le dan un color oscuro, donde existe una misteriosa tinaja que contiene casi permanentemente aguas cristalinas. Lo interesante del caso es que tiene por dueños no a seres humanos, sino a unos hombrecillos barbudos, llamados Uchuchullkos. Estos viven cerca de las lagunas y en los cerros elevados. Ellos poseen grandes rebaños de vacas, vicuñas, venados, ovejas y llamas en estado silvestre, siendo su ganado también de una estatura pequeña. Son una raza de hombres y mujeres los Uchuchullkos.
Cuando la gente ve su peculiar ganado, los animales se esconden debajo de unas piedras, sentándose encima sus pastores, hasta que se retire la gente extraña. Se les encuentran a esos hombres y a su ganado en los sombríos parajes de Matarcocha, Chocpaniso y Huauche, lugares cercanos al cerro negro.
En los días del Corpus Christi, esos hombrecillos preparan en cerro negro una curiosa exposición de productos, dulces, frutas, etc.
Las personas que pasan por esos lares en esa época, son halagadas por los Uchuchullkos, pero al aceptarlos, ellos ya no pueden regresar sino que se quedan como pastores de sus ganados. Se dice que esas personas que aceptaron esos fiambres ya no volvieron nunca más a sus casas.

La herranza de los uchuchullkos
Hay relatos de las herranzas que realizan los Uchuchullkos a sus ganados allá en las frígidas cumbres andinas, donde están sus rusticas casitas construidas de piedras y que se aprecian aún en la actualidad.
Un ganadero del pueblo de Tupe, llamado Simón. Fue pastando su ganado junto con él al lugar llamado Armurpata. Al legar a una pampa miró a lo lejos que de un corral humeaba una fogata. Se acercó invadido por la curiosidad y vio con sorpresa a gente diminuta. Los Uchuchullkos.
Él, preso del pánico, emprendió veloz huida, pero los Uchuchullkos lo detuvieron, invitándole a su reunión. Ante tanta gentileza se quedó. Había gran cantidad de comida, carnes, frutas, tubérculos, etc. Había barriles de pisco.
La herranza no es sino el ritual de cortarles una porción de las orejas para distinguir los ganados. La herranza fue amenizada por la música andina proveniente de la corneta, tinya y flautas.
Cuando terminó toda la ceremonia, Simón decidió despedirse y los Uchuchullkos le regalaron un fiambre lleno de pachamanca.
Cuál fue su sorpresa cuando abrió su alforja encontró sólo piedras y carne. Ello hizo que apresurara sus pasos antes que caiga la noche.
Se dice que estos diminutos hombres protegen a los animales salvajes de las serranías de Yauyos. Cuando hay un cazador que está cazando vicuñas y venados, le aparecen en sus orejas unas marcas. Esto prueba que el Uchuchullko está molesto con él.

El guayabo
Esto sucedió en la capital de Cañete, San Vicente de Cañete.
En el antiguo camino de San Vicente a la hacienda El Chilcal, a un costado de la acequia llamada San Miguel, existía una enorme planta de guayabo,  que a partir de la medianoche se caía al suelo cada cierto tiempo y sus raíces a flor de tierra en la oscuridad de la noche se movía semejante a gigantescas serpientes, lo que causaba espanto e impedía todo intento de paso de cuantas personas y vehículos se acercaban por el único camino.
Un día de estos hechos, un grupo de trabajadores de la hacienda el Chilcal, aprovecharon su descanso decidieron acudir a este lugar provistos de sus herramientas de trabajos como machetes, hachas, picos y palas para eliminar aquel estorboso árbol. Ya ante el árbol de guayabo, ellos cortaron sus raíces y cuál fue su sorpresa que encontraron debajo de la excavación a una inmensa serpiente de siete cabezas que cuidaba celosamente unas tinajas llenas de monedas de oro y plata.
Sin pensarlo, mataron al animal y se repartieron el tesoro.  Sin embargo, las monedas comenzaron a desaparecer hasta que todos se quedaron con las manos vacías. Dijeron que el tesoro estaba endemoniado.

La costurera
Esta historia es propia de un pueblo de Cañete.
Hace muchísimos años, vivía en el distrito de Pacarán una costurera que tenía por costumbre quedarse hasta avanzadas horas de la noche realizando los trabajaos propios de su actividad.
En cierta oportunidad, estuvo cosiendo hasta pasada las doces de la noche y de pronto escuchó extraños murmullos de gentío en la calle. Esto le dio curiosidad por saber de qué se trataba. Al salir de su casa, vio que una muchedumbre se acercaba a su establecimiento. No conocía a nadie, ya que las personas tenían cubiertas las cabezas con mantos negros. En sus manos sostenían velas encendidas. Esa procesión avanzaba, lentamente.
Una de las mujeres le entregó una vela. Ella la guardó debajo de su almohada. Al día siguiente, la vela ya no estaba. En su lugar, estaba una canilla de muerto.

Misteriosa bola de fuego
Esta historia es propia de un pueblo de Cañete.
A pocas leguas hacia el norte del distrito de Quilmaná, se yerguen dos elevadas cumbres que se conocen con los nombres de Cerro La Cuchilla y Cerro Peinado por sus características orográficas muy peculiares, en cuya parte baja aún existe en estado de abandono la antigua carretera Panamericana Sur hacia Lima.
Cuenta la tradición, que desde mucho antes de la fundación del pueblo de Quilmaná, se veía rodar de la cumbre del cerro Peinado, una extraña bola de fuego a gran velocidad, rebotando en dirección a las áridas pampas de Quilmaná, hecho que se producía durante las noches con bastante frecuencia, particularmente en los meses de Febrero y Marzo, meses calurosos, típicos de verano.
El fenómeno llegaba hasta las inmediaciones de las escasas rancherías de esteras y carrizos que ocupaban los pocos moradores del lugar. Muchos huían ante tal escenario macabro.
Al pasar los años, un grupo de moradores decidieron ir al lugar de las apariciones, más que nada despertados por la curiosidad y el interés de desentrañar tal misterio.
Tras escalar las abruptas faldas del cerro, esperaron, pero en vano. No vieron nada. Desilusionados, se regresaron cada uno a sus casas.
Nunca se supo que era. Sin embargo, según he oído de historias de bolas fuego, no hay dudas que se trataba de una bruja.



 ESPECTROS FEMENINOS




Las lloronas
Esta tradición es de Imperial y San Vicente, distritos de Cañete.
En las noches era común que se aparecieran por las calles de esos dos distritos a unas entidades femeninas conocidas como Lloronas. Estas eran mujeres que tenían pecados graves por convivir con sus compadres o parientes. Para salvarse penaban sus culpas vagando, en la soledad de la noche.
En las noches de luna llena, preferentemente, estas mujeres hacían su aparición con vestidos negros que le cubrían el cuerpo y mantas que le cubrían su cara. Se sabía por qué calle estaban pasando esos espectros porque ni bien caminaban las lloronas, automáticamente los perros del lugar por donde pasaban aullaban.
Estas mujeres proferían gritos y gemidos lastimeros, aunque, antiguamente, las lloronas gritaban de manera desgarradora, botando fuego por la boca.
Los desafortunados que caminaban por las calles de noche, generalmente personas que regresaban de una fiesta, se desmayaban del susto.

Mujer de coton verde
Esta tradición es de Yauyos.
En un lugar entre los pueblos de Huañec y Quinches está Pongosh, conocido paraje donde los antepasados de estas comarcas pactaban y dirimían sus lances de honor. A poca distancia de este sitio existe una cueva y, según cuentan, allí se aparece una mujer que viste una prenda llamada Cotón que no es sino una prenda de lana en forma de túnica, la cual sólo se le aparece a solitarios hombres enamorados que pasasen cerca de dicha cueva.
La mujer adopta la figura de la enamorada del interceptado y le dirige palabras cariñosas. Luego, ella le invita a que la acompañen hacia la cueva, el lugar encantado. Cuando el engañado se da cuenta de la farsa que en realidad se está dirigiendo al engaño del fantasma, la mujer se enfurece con el hombre e intenta llevárselo a empellones o a rastras o a incluso a golpes. Cuentan, que si el hombre no pronuncia el nombre de Dios, él puede quedarse encantado. En cambio, si lo pronuncia, la mujer desaparece al instante.
Siempre se aparecía esta mujer al mediodía en épocas de invierno, en las tardes de espesa niebla y en las noches de luna llena.

La ñusta mama culi
Esta es una historia que se cuenta en un pueblito de Yauyos.
El nevado Ancovilca tenía por dueña a una ñusta, una princesa inca, la Ñusta Mama Culi.
Ella tenía centenares de ganado auquénido disperso en los parajes y corrales de la quebrada de Yupanca en la jurisdicción de Miraflores.
Un grupo de jóvenes no muy trabajadores de Huaquis organizaron una cuadrilla para enamorar a la ñusta pero siempre fracasaban. La ñusta Mama Culi iba ricamente ataviada, acompañada de un perrito blanco.
En una ocasión, un mancebo de Huaquis organizó una caravana para enamorar y conquistar a la princesa. Incluso se quedaban a pernoctar en las frígidas cumbres desoladas. En una noche de luna llena, él fue solo a la cumbre. Al aproximarse al nevado Ancovilca vio a Mama Culi bailando y cantando.
Cuando el muchacho se acercó, el ganado se sumergió en las aguas de la laguna “Ahuay”. Él corrió para detener a Mama Culi, quien se iba a sumergir en la laguna, pero una espesa neblina le cubrió le cubrió en una aparentemente oscura noche silenciosa, cayendo inconsciente al suelo.
Un pastor, tras varios años después, lo encontró durmiendo en la vera del camino con los brazos extendidos en forma de cruz. Él se despertó de su sueño y no dejó de balbucear “Mama Culi…Mama Culi”. El joven regresó al pueblo pero ya su salud estaba tan debilitada que falleció al poco tiempo, mientras repetía “Mama Culi…Mama Culi”.



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