Galicia es una región muy
enigmática, al norte de España, donde la tradición se infunde en la atmosfera
de la región, como si la bruma del bosque fuera el indicador de que algo
siniestro circula por el lugar.
Existe una tradición muy
conocida en la región gallega. Una tradición muy temida en aquellas tierras.
Dicha tradición es la Santa Compaña.
No sólo es en Galicia donde
ubicamos este fenómeno. En diversas regiones de España y también en otros
países de habla hispana, la Santa Compaña es un hecho conocido que incluso
tiene varias denominaciones. Santa Compaña, Estantigua, Güestia, Güéspeda, Estadea, Hoste, Genti de Muerti,
o simplemente Procesión de almas. No importa el nombre, siempre se describe el
mismo fenómeno el cual consiste en una procesión de animas que van vestidas con
túnicas que impiden ver su rostro cadavérico. Van portando una vela en la mano,
la cual no es otra cosa que una canilla de muerto. La persona que vea este
fenómeno será abordado por uno de los espectros al cual le darán una vela y que
descubre esa persona que ello se convirtió al día siguiente en un hueso. Esa
persona cuando muera se unirá en espíritu a vagar en esa procesión maldita.
Aunque en varias partes de
España y Latinoamérica se han producido esos avistamientos, esta leyenda de
espectros errantes es más conocido en Galicia, como si de ese lugar se haya
dispersado tal fenómeno.
Es sabido entre los gallegos
que entre los bosques se aparece una comitiva de monjes que andan portando
velas, siendo una procesión de muertos, por lo que nadie debería ingresar al
bosque para no ver tal espectáculo, ya que si lo hicieres, tú tendrías que
unirte a la procesión a la noche siguiente, cuando los muertos caminen a tu
hogar para llevarte con ellos.
Se cree que esos espectros son
las almas de monjes que fallecieron y que fueron enterrados en estancias
mortuorias o catacumbas dentro de las iglesias. Sólo así se puede explicar el
porqué este fenómeno es tan conocido fuera de Galicia, ya que los legos que
morían nunca dejaban de pertenecer a la hermandad de la iglesia a la que
pertenecían. Pareciera ser como una maldición que cuando las distintas órdenes
religiosas llegaron a las colonias españolas en América, ese fenómeno comenzó a
producirse en las iglesias de las ciudades hispanoamericanas.
Las vestimentas de los
espectros varían desde túnicas blancas hasta túnicas negras pero una constante
es que en Galicia los espectros visten de túnicas blancas y en otras regiones
de España y también en otros países generalmente los fantasmas deambulan con
túnicas negras, recordando quizás a las órdenes franciscanas y agustinas.
Aunque el aspecto de la Santa Compaña
varía según la tradición de diferentes zonas, la más extendida es la formada
por una comitiva de almas en pena, vestidos
con túnicas blancas con capucha que vagan durante la noche.
Esta procesión fantasmal forma dos
hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma
lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente de
esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor llamado Estadea.
La procesión va encabezada por un vivo
(mortal) portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas
con velas encendidas, no siempre visibles, notándose su presencia en el olor a
cera y el viento que se levanta a su paso.
Esta persona viva que precede a la
procesión puede ser hombre o mujer, dependiendo de si el patrón de la parroquia
es un santo o una santa. También se cree que quien realiza esa
"función" no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de
la noche, únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo
por su extremada delgadez y palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada
día su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo
que su salud se va debilitando hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de
tan misterioso mal. Condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro
incauto sea sorprendido (al cual el que encabeza la procesión le deberá pasar
la cruz que porta).
Caminan emitiendo rezos (casi siempre un
rosario) cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla.
A su paso, cesan previamente todos los
ruidos de los animales en el bosque y se escuchan unas campanas. Los perros
anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando de forma desmedida, los gatos
huyen despavoridos y realmente asustados.
Se dice que no todos los mortales tienen
la facultad de ver con los ojos a "La Compaña". Elisardo Becoña
Iglesias, en su obra La Santa Compaña, El Urco y Los Muertos explica que
según la tradición, tan sólo ciertos "dotados" poseen la facultad de
verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de
los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros,
no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuirla,
etc.
Para librarse de esta obligación, la
persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y
entrar en él o bien acostarse boca abajo. Para librarse de la Santa Compaña se
debe llevar una cruz encima, rezar sin escuchar los cánticos de la Santa
Compaña, o bien, en última instancia, salir corriendo.
Aunque todas sus versiones
coinciden en considerar la Santa Compaña como una anunciadora de muerte, hay
diferentes versiones.
En la mayoría de las historias
la Santa Compaña realiza sus apariciones de noche, pero también hay casos en
los que se habla de salidas diurnas.
En unas versiones se cuenta
que la luctuosa procesión transporta un ataúd en el cual hay una persona dentro,
la cual puede ser incluso la persona que sufre la aparición siendo su cuerpo
astral el que está en el ataúd.
Se pueden aparecer en
diferentes lugares, pero predominan en las encrucijadas.
Las numerosas leyendas sobre esta compañía de difuntos en pena cuentan
que se aparecen en los caminos cercanos a los camposantos en busca de algo o
alguien, y que siempre aparecen con un motivo por el cual es símbolo de
desastre o maldición. Los motivos por lo que esta compañía de almas errantes
puede aparecer son:
-Para reclamar el alma de alguien que morirá pronto. Cuenta la leyenda
que quien recibe la visita de la Compaña morirá en el plazo de un año.
-Para reprochar a los vivos, faltas o errores cometidos. Si la falta es
especialmente grave, el mortal que la ha cometido podría recibir la visita de
la Compaña para que la encabece, condenado así a vagar hasta que otro mortal le
reemplace.
-Para anunciar la muerte de un conocido del que presencia la procesión.
-Para cumplir una pena impuesta por alguna autoridad del más allá.
En España, sobre todo en Galicia, se recogen numerosas leyendas en torno
a esta macabra procesión. Algunas de ellas están recogidas en el
"Diccionario de los seres míticos gallegos".
Cuenta una de ellas que esta misa se celebra de noche en la iglesia
parroquial, suele ser los domingos por la tarde, a la que asisten las ánimas de
los finados de la parroquia que están penando en el Purgatorio: Oficia la misa el ánima de un antiguo
clérigo en la parroquia, puede que ni recordado por los vivos. La principal
condición para que pueda celebrarse esta misa es que asista a ella un vivo,
pues sino no tiene validez. El vivo, sin saber qué puede ocurrir, se acerca a
la iglesia porque la ve iluminada de noche y con gente dentro, oye algún ruido
o siente algo extraño que le hace mirar qué pasa. Al finalizar la ceremonia,
las ánimas desaparecen como por arte de encanto, se apagan las luces, se cierra
la puerta de la iglesia y el vivo, en muchos casos se queda solo dentro y hay
veces que hasta es tomado por ladrón cuando lo descubren al otro día...
CASOS DE AVISTAMIENTOS:
Miles de testimonios aseguran haber visto una procesión de figuras con
sudario, que avalarían la existencia del mito gallego de la Santa Compaña. ¿Qué
hay de cierto? Veamos las hipótesis más sugestivas y los relatos de algunos
testigos.
El doctor Pereira regresaba a casa al filo de las dos de la madrugada
tras atender un parto difícil en una aldea vecina. Al doblar un recodo del
camino se encontró con «La Compaña». Era un grupo de unas ocho tétricas figuras
vestidas de blanco y cubiertas con sendas capuchas comandado por un pálido
individuo que portaba una gran cruz de madera. La fantasmal comitiva se movía
en el más absoluto silencio, mientras un fuerte olor a cera quemada lo inundaba todo.
De repente, el grupo se detuvo frente a la casa de Manolo, el de la ferretería.
El pánico dominó al doctor Pereira que salió disparado, como alma que lleva el
diablo, para refugiarse en su vivienda, al otro lado del pueblo. Atrás quedaba
el «mito imposible» que había visto con sus propios ojos: «La Santa Compaña».
Cuatro días después Manolo el ferretero moría de un infarto en la tasca del
pueblo...
Este es uno de los casos típicos y tópicos que el folklore y la cultura popular gallega amontona entre los
relatos de los viejos lugareños de cualquiera de sus aldeas. Y es que resulta
muy difícil, aún en los años noventa, encontrar una aldea o pueblo gallego en
el que no exista, al menos, un testigo de estas insólitas apariciones.
Muchos han sido los literatos e intelectuales gallegos que han elegido
«La Santa Compaña» como el argumento base de sus fábulas, y muchos también los
antropólogos y sociólogos que han pretendido estudiar y comprender el mito. Pero todos los
intentos de cuadricular esta tradición han sido pobres en resultados, ya que el
mito de «La Compaña» ha sido asimilado de tal forma por la cultura rural
gallega que sus variantes y matices son demasiados para ser clasificados
alegremente. Cada pequeña localidad posee una «Santa Compaña» con personalidad
propia.
Naturalmente existen casos abundantes para apoyar cualquiera de las
creencias populares sobre ánimas, a pesar de que con el estudio serio y
científico que algunos investigadores han hecho del mito, éste comienza a
perder su aureola sobrenatural para encontrar, en muchos casos, una serie de
respuestas posibles más lógicas y terrenales.
Según el estudio de algunos antropólogos o investigadores que se han
ocupado del tema, en muchas ocasiones las apariciones de «La Compaña» se daban
en lugares de características similares: terreno irregular, poca luz, un solo
testigo y a altas horas de la noche... Algunos estudiosos, tras analizar casos
concretos, llegaron a la conclusión de que en muchas ocasiones una pandilla de
contrabandistas de tabaco, tan habituales en Galicia, o una partida de
mariscadores, bien podrían haber sido tomados en la penumbra de la noche y por
unos testigos pre-condicionados culturalmente, por una procesión de «ánimas en
pena». Y no les falta razón.
En El Ferrol Juan Pérez decía: «Estaba con mi hermano en el coche, cerca de la playa, cuando los vimos. Eran una media docena. Todos vestían túnicas blancas, como de monjes, y se movían en silencio por encima de las rocas. Nos quedamos petrificados sin poder decir palabra...».
Bruno Alabau, otro testigo de la insólita aparición, fue el más explícito, ya que pudo presenciar el fenómeno desde más cerca: «Fue en marzo de 1982, en Gisamo (La Coruña).
Yo era boy-scout y me encontraba con mis compañeros en una acampada de fin de semana. Después de la cena, ya era de noche, hicimos un «acecho», una especie de juego del escondite. Yo decidí rodear el campamento a través del bosque, así que me fui colina abajo y cuando estaba llegando al camino ví unas luces. Pensé que sería alguno de mis compañeros así que me escondí detrás de unos árboles con la idea de darles un susto, pero el asustado fui yo. No me preguntes qué era aquello. Eran siete «personas» en dos filas de tres y con uno de ellos delante, entre las dos filas. Todos vestían igual, una especie de túnicas terminadas en unos capuchones, como los de Semana Santa. El de delante llevaba una gran cruz que parecía hecha con dos maderas planas. Y los dos que le seguían, uno en cada fila, llevaban una gran vela cada uno. Los otros cuatro no llevaban nada. Me quedé allí, como paralizado, hasta que cruzaron frente a mí y se perdieron tras los árboles. Luego volví corriendo al campamento pero no conté nada a nadie; me tomarían por loco...».
Según la tradición popular, Bruno habría tenido mucha suerte, ya que el fundamento del mito es el de que «La Santa Compaña» está compuesta por un grupo de difuntos precedidos por un vivo condenado a salir todas las noches a los caminos, comandando la fúnebre peregrinación, portando la cruz o un cubo de agua bendita, hasta encontrarse con otro vivo a quien traspasar la condena y así quedar libre. De no hacerlo así, en un determinado tiempo iría enfermando y palideciendo gradualmente hasta morir.
Dicen los lugareños que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos a «La Compaña». Elisardo Becoña Iglesias, en su obra «La Santa Compaña, El Urco y Los Muertos» explica que según la tradición, tan sólo ciertos «dotados» poseen la facultad de verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuírla, etcétera. Y es que habría una serie de indicios de la proximidad de la aparición como podría ser el olor a velas surgiendo de repente, o el espanto de determinados animales: perros, gatos, caballos... que según la leyenda pueden ver esos fantasmas por algún tipo de sensibilidad especial.
El buen creyente habrá de dejarse guiar por esa intuición y tomar igualmente las medidas oportunas. En las afueras de La Coruña, existe el caso de Fernando A. Hermida: «Iba con mis hermanos a ver una carrera de motos cerca de Santa Cristina. Debían ser las ocho, pero como era invierno ya había anochecido. De repente, escuchamos que los perros de una finca cercana comenzaron a ladrar como locos y un fortísimo olor a cera quemada nos rodeó. No es que yo crea en esas cosas pero, por si las moscas tracé un círculo en el suelo a nuestro alrededor, hicimos «la higa» con las manos y gracias a Dios no pasó nada... ».
Algunos investigadores han intentado buscar paralelismos entre otros casos de «aparición fantasmal» en Galicia y el mito de la Compaña. Celia D. Calo, joven administrativa de órdenes, describe la aparición en su propio domicilio de un ser alto, vestido de blanco y con apariencia cuasireligiosa. Si nos limitásemos a tan pobre descripción, efectivamente podríamos buscar paralelismos, pero «La Compaña» posee una estructura, una personalidad y una tradición muy específica como para equipararla, gratuitamente, con otras apariciones. Más aún cuando el caso presenta tintes precognitivos. Precisamente esta es una de las señas de identidad de la auténtica «Santa Compaña».
En la localidad pontevedresa de Marín, existe otro caso, el de Charo Santiago: «Yo regresaba a casa después del trabajo. Aquella noche había salido un poco más tarde porque teníamos tarea atrasada. Salí de la carretera principal de Marín por el atajo que tomaba siempre que tenía prisa. Entonces los ví. Eran unos diez. Vestían todos de blanco y algunos llevaban luces, velas o candiles. Estaban parados delante de la casa de Mari Carmen, una vecina que conozco hacía años. Yo me asusté mucho y eché a correr hasta llegar a casa. No lo comenté con nadie hasta que dos días después esta vecina moría de repente, de no se qué enfermedad rara...».
Casos como el de Charo han llevado a especular a algunos parapsicólogos con la posibilidad de que se trate de una justificación inconsciente del testigo que ha tenido una premonición de muerte y la proyectase mentalmente como «La Compaña».
Desgraciadamente hasta el momento no se ha hecho ningún tipo de investigación en profundidad. Javier Alonso Rebollo comenta los aspectos psicológicos de «La Santa Compaña»: «En sí mismo este mito reúne las características clásicas de los populares «fantasmas», a pesar de verse influído por otros aspectos del folklore gallego. Uno de los mayores legados que el neolítico dejó en esta región es el de la vida más allá de la muerte, y las diversas corrientes culturales y heréticas que llegaron a Galicia nos trajeron la creencia en que eran posibles las comunicaciones con ese más allá. Esto podría entroncar con determinadas creencias espiritistas. Pero además «La Santa Compaña» presenta un aspecto precognitivo al anunciar la muerte del visitado por esta comitiva, y también aspectos relativos al desdoblamiento «astral», ya que el vivo que ha de presidir la peregrinación no podrá esconderse en ningún lugar ni huir. Según el mito, cada noche, inevitablemente, y mientras no traspase la cruz a otro vivo, saldrá de su cuerpo cuando esté dormido y aparecerá nuevamente al frente de la procesión de difuntos... ».
Sea como fuere, miles de personas en toda Galicia aseguran haberla visto. Cientos de testigos afirman haberse topado en las oscuras «corredoiras» gallegas con una fantasmal procesión compuesta de pálidos espectros vestidos de blanco, mensajeros de la muerte y del miedo. Y aunque un amplio sector de la población dude de su existencia... haberla hayla.
En el municipio pontevedrés de Budiño existe uno de los casos más típicos y arquetípicos de aparición de la Santa Compaña.
Sofía R.Pérez es un ama de casa de 42 años, madre de cuatro hijos, conocida y respetada por todos los vecinos del pueblo. A pesar del tiempo transcurrido desde su experiencia, Sofía la recuerda perfectamente.
«Yo tenía ocho años comenta cuando ocurrió. Mi madre y yo habíamos salido para visitar a una amiga y bajábamos por el camino de detrás de la casa, cerca del cementerio.
No era muy tarde, pero como era invierno ya era de noche. Fue justo al llegar al cruce. Yo oí un ruido de pasos muy grande, como si se acercase mucha gente. Le pregunté a mamá si lo oía y dijo que sí. Entonces vimos que bajaba por la carretera una procesión, como de un entierro. Eran muchos, no sé el número, pero todos vestían igual. Llevaban una especie de túnicas negras que les cubrían todo el cuerpo, con una capucha también negra. Pasaron muy cerca de nosotros.
Nos quedamos paralizadas. Yo era muy pequeña y no entendía muy bien qué era aquello, pero mi madre estaba aterrorizada, me apretaba muy fuerte contra ella, diciéndome que no hiciera ruido. Y cual fue nuestra sorpresa que al final de la fila de «La Compaña», vimos a una mujer; ¡A una vecina nuestra!.
Era la «Tía Preciosa», una vecina que vivía unas casas más arriba de la nuestra. Yo la reconocí por su forma de andar, porque tenía un defecto en las piernas y luego la vimos muy claramente. Llevaba como un palo en la mano y una especie de «pedra» como un mármol, pero muy, muy brillante. Pasó a nuestro lado en silencio «como un ánima». Y se fue detrás de la Santa Compaña.
No nos dio tiempo de preguntarle que hacía allí. Cuatro días después de pasar esto, «a tía Preciosa» moría. Estaba en la cocina y un rayo entró por la chimenea y la mató. Yo creo que aquello fue un aviso... todos avisamos antes de morir...».
Llegó el día y se reunieron los cinco en la plaza, Juan estaba nervioso mientras sus amigos lo tomaron a risa y cachondeo. Se dirigieron hacia el interior del bosque por el sendero. Bromeaban con el tema a cada paso, y Juán se ponía cada vez más alterado, hasta que enfadado les sugirió un cambio de actitud o volvería a su casa.
Llegaron a una zona que de repente se volvió silenciosa, las aves nocturnas cesaron sus cantos, los perros aullaban en la lejanía, y un olor a cera se percibía cada vez más intenso. Juán estaba aterrado, y con su mirada buscó la salida del camino, creía recordar que había un “cruceiro” por allí cerca. Los chicos se reían de él, hasta que un sonido cada vez más penetrante comenzó a llegar a sus oídos, eran ruidos de cadenas y una pequeña campanilla. Salieron del sendero buscando la carretera, y según llegaron a ella, las vieron...
Ya los tenían muy cerca, según llegaron a la carretera las distinguieron, las dos filas de almas, con el vivo en la cabecera del grupo portando la cruz y el cubo. Todos salieron corriendo a toda velocidad, dirigiéndose hacia sus casas sin mirar atrás ni prestando atención a sus amigos tal era el miedo que los poseía.
Juan quedó inmóvil, paralizado por el miedo, y cuando quiso reaccionar ya los tenía delante, el sonido de sus rezos penetraba en sus oídos perforándolos, sus ojos comenzaron a llorar sangre y el corazón parecía dejar de latir por momentos. El que portaba la cruz y el cubo extendió sus brazos presentando su ofrenda, y él incapaz de retener sus brazos que no le obedecían, recogió el ofrecimiento.
Llegó la mañana sin que ninguno pudiese pegar ojo, y pasaron el domingo sin verse. El lunes cuando se vieron en el colegio no hablaron del tema, les causaba temor hacerlo. Y pasaron los días, Juan cada día estaba más cansado y pálido, y sus amigos comenzaron a sospechar lo que había podido pasar, ninguno parecía recordar si él también había salido corriendo la maldita noche. Temían que hubiese sido sustituido por el que presidía la procesión maldita, pero ninguno se atrevió a contar nada a nadie. Meses después Juan falleció sin que ningún médico fuese capaz de dar un diagnóstico del mal que acabó con su vida.
Esos relatos los he sacado de foros españoles ya que en internet todos los relatos sobre la Santa Compaña son de hombres y mujeres de España, principalmente de la región de Galicia. Sin embargo, en la literatura americana, uno también puede encontrar pruebas escritas de que la Santa Compaña está presente en América Latina.
En el próximo artículo, relataré algunos relatos que encontré de la Santa Compaña en la literatura del Perú, siendo que en América Latina se le conoce a este fenómeno como Procesión de las ánimas.