martes, 28 de marzo de 2017

Anécdotas paranormales en mi casa

Espantar, penar, hay espíritus o fantasmas. Para el caso es lo mismo. Sin embargo, lo peor es cuando creemos o nos convencemos que en nuestras propias casas espantan. Fantasmas, duendes, sombras, etc. Es sabido que muchas personas relatan que en sus casas espantan.
Yo me aúno a las personas que dicen que en sus casas pasan fenómenos paranormales.
A continuación, les compartiré algunas experiencias relacionadas a mi casa.



 RUIDOS EXTRAÑOS EN MI CASA
Yo vivo en un departamento de un edificio ubicado cerca de una céntrica avenida de Lima. Cuando nos mudamos a este departamento, observamos que en las paredes estaban inscritas unas cruces dibujadas por lápiz. No sé pero se me hace que el anterior dueño dibujó las cruces como para proteger o santificar la vivienda. La pregunta es de qué.

Hace 12 años, en una noche del 2003, estábamos mi papá, mi hermano mayor y yo en la sala del departamento. Estábamos conversando acerca de fantasmas. No me acuerdo cómo empezamos a hablar de ello esa noche. Lo que si me acuerdo es que mi hermano nos contó que cuando él se quedaba a dormir en el sofá de la sala escuchaba risas de niños en la sala, muy cerca de él. Él pensaba que éramos yo y mi hermana y siempre lo pensó así, hasta que una noche él estaba en el baño, cuando escuchó risas de niños en la sala. Pensó que éramos nosotros que estábamos despiertos y jugando allí. Cuando salió del baño, no encontró a nadie en la sala. Se fue al cuarto y nos encontró durmiendo plácidamente. Cabo precisar que no había otros niños en la casa fuera de nosotros. Si no éramos nosotros, ¿Quiénes eran?

Se hizo más habitual que mi hermano conversase con mi papá en la casa por las noches acerca de fantasmas. Yo escuchaba atentamente para no perderme ninguna historia.
En el 2005, mi hermano nos contaba historias de la casa Matusita y de cómo él logró ingresar con unos amigos a esa famosa casa, también nos contó del centro cívico y de su anterior trabajo cuando trabajó de recepcionista en un hotel. Sin embargo, una historia que la llevaré conmigo para siempre es la siguiente: mi hermano como dije, dormía en el sofá de la sala. Él se desvelaba viendo televisión en la sala, mientras los demás dormíamos en el cuarto. Él oía un ruido que siempre sucedía en las madrugadas, como si alguien arrastrase muebles. El sonido lo oía del departamento de abajo.
Al día siguiente de escuchar tal ruido, se acercó al vecino de abajo, quien era su amigo y le preguntó si la noche anterior no estaban jalando o arrastrando muebles, y él contestó que no y que más bien pensó que éramos nosotros quienes arrastrábamos dichos muebles. Eso confundió mucho a mi hermano, ya que varias noches mi hermano lo escuchó... Pero si no era de abajo y no era en nuestra sala, ¿de dónde venía? Mi hermano se respondió a que el sonido venía del piso.
Mi padre comentó que él también escuchó esos ruidos desde hace más años. Nos comentaba que al lado del edificio y que oía el ruido detrás de la pared, ósea, suspendido bajo 5 pisos.
Para mí mala suerte, yo escuché ese mismo ruido. Al lado de nuestro apartamento vivía una vecina llamada Mercedes. Yo por ese año, 2005, sufría insomnio y no dormía hasta las 2am. Yo y mi papá escuchábamos esos ruidos y pensábamos que era de la casa de la vecina. Mi papá le preguntaba a ella y ella decía que no arrastró ningún mueble.
Sin embargo, el ruido siempre parecía que venía de abajo, cómo mi hermano lo sospechó.
Lo curioso es que ese apartamento tenía unos años de estar desocupado ya que el vecino que era amigo de mi hermano había dejado ese apartamento junto a su familia.
Llegamos a la conclusión tanto mi papá, mi hermano y yo que era algo paranormal.


UN SUPUESTO DUENDE
En ese mismo año yo estaba haciendo mis tareas en la sala, ya de noche. Mi papá se había acostado ya. Mis hermanos iban a regresar más tarde. Eran ya como las 11pm y yo estaba sentado en la mesa cuando sentí que algo me tocó la pierna.
Yo me asusté y me levanté rápidamente. Inspeccioné debajo de la mesa y no había nadie.
En ese momento me acordé de lo que dijo mi hermano unos años antes que escuchaba risas de niños. Probablemente haya sido el espectro de un niño.




 RUIDOS EXTRAÑOS EN MI CASA II
Años después, en el 2007, el departamento de abajo fue ocupado por un señor misterioso. Mi papá decía que era un brujo, ya que desde la ventana se veía que se quedaba despierto en las madrugadas. Al parecer aprovechaba las madrugadas para hacer sus trabajos.
Ese año, el fenómeno del arrastre de mueble se hizo más fuerte y lo peor fue que también se escuchaba campanadas de reloj, de esos de péndulo, antiguos y grandes. No saben que aterrador es cuando mezclas esos sonidos a las 2am.


EXPERIENCIA ATERRADORA MIENTRAS DORMÍA
En una noche del 2012, yo dormía en el sofá. Era ya de madrugada cuando sentí algo se me metió. No podía respirar. Me retorcí durante unos segundos. Quería despertar pero no podía. Luego de unos eternos diez segundos, recién me pude despertar y me incorporé, recuperándome de lo que me pasó.
Días después experimenté en mi cuarto lo mismo. Yo duermo en un camarote.
Sentí lo mismo. Que algo se me había metido.  Quería despertar pero no podía. Fue algo horrible y aunque duró unos pocos segundos, para mí duraron minutos.
Me desperté tal como la otra vez y me incorporé. Tras recuperarme de lo que me pasó, me volví a acostar. Nunca más me volvió a ocurrir eso.

Lo que pienso es que un espíritu quiso apoderarse de mí cuerpo. 


viernes, 24 de marzo de 2017

La procesión de las ánimas en América Latina

La Santa Compaña no es un fenómeno sólo de Galicia o de España. También han sucedido casos en algunos países de América Latina. Incluso hasta ha salido impreso en una obra de un famoso escritor peruano.
En esta oportunidad voy a compartir la tradición de la procesión de las ánimas del escritor peruano Ricardo Palma pero no será el único relato que cuente, ya que les contaré dos experiencias reales con procesiones de muertos.




La procesión de las ánimas en la literatura peruana (Tradiciones Peruanas)
En el libro Tradiciones Peruanas del afamado escritor peruano Ricardo Palma podemos encontrar una tradición que nos revela que en Lima se producía el fenómeno de la Santa Compaña. Dicha tradición tiene por nombre “La procesión de ánimas de San Agustín”.
Esto sucedió en la Lima Virreinal.




En la época de la colonia, precisamente en 1640, el alcalde de Lima Alfonso Arias de Segura, un hombre imparcial en su sentido de justicia y aplicar la ley, inculpó a un lego agustino, llamado Cominito, de un crimen. porque lo encontró en el lugar del crimen. Dicho lego era inocente pero el haberse quedado en el lugar del crimen para socorrer a la víctima fue suficiente, según Arias de Segura, para demostrar que era culpable y por tanto, debía morir. El señor alcalde sentenció pena de ahorcamiento. El inculpado fue ahorcado y con ello la sentencia fue cumplida.
Sin embargo, en esa misma noche, el juez recibió una carta del homicida, quien se hacía cargo del asesinato del victimado y pedía que libere al inculpado, que horas antes había sido ejecutado.
El alcalde, quien se jactaba de ser justo e incorruptible, se turbó por haber actuado de manera tan injusta y salió al balcón para respirar tras sentiré mareado.
En eso sonó la campanada de la medianoche. Cual fue la sorpresa del alcalde al ver salir del interior de la iglesia que estaba al lado de su casa a una larga procesión de frailes que portaban cirios encendidos que se pararon enfrente de ellos y pudo distinguir por la mortecina luz de las velas que se trataban de esqueletos cubiertos de túnicas. Estas ánimas le increparon por esa actitud tan injusta de proceder y apenas se retiraron, el juez se desmayó y fue encontrado a la mañana siguiente en el frío piso del balcón, desmayado. Hubo dos mujeres de edad mayor que juraron haber visto a la procesión. Ese alcalde decidió dejar la alcaldía y se entregó a una vida monástica que cómo era frecuente en esa época para purgar culpas y pecados.
En la misma tradición, encontramos otro relato. Se rumoreaba que en la misma ciudad de Lima, Perú, para ser más concreto en el barrio de San Francisco, salía una procesión de la capilla de la Soledad. En una ocasión, una mujer se asomó y vio la procesión que pasaba por su puerta.  Todas las ánimas al pasar por su lado le dejaron encomendado sus cirios, por lo que ella alcanzó a guardar centenares de velas.
Al día siguiente se levantó para hacer negocio vendiéndolas, pero se dio tremenda sorpresa al ya no encontrar los cirios sino que halló en su lugar decenas de huesos.
La mujer sabía que esa misma noche se la llevarían, por lo que decidió confesarse ante el sacerdote quien le aconsejó que escondiera debajo de una manta a un recién nacido y en el momento en que vinieran a llevársela, ella pellizque a la criatura para que ella llorase y así las almas no tuvieran que cargar con el bebe.
Esa misma noche, se presentó el cortejo fúnebre en la puerta de su casa y ella hizo así cómo le aconsejó  el sacerdote y ella se salvó por ese truco.




Tras haber relatado la tradición de la procesión de las ánimas, permítame contarles dos relatos sobre La Procesión de muertos.


El primero es un relato que me hizo saber el suscriptor Ziu Zihueta Mini Valencia de México. Lo contaré a manera de entrevista.
Mi vecina me contó una vez que en una reunión de la familia de su hermana, creo era una fiesta, la suegra o suegro de mi hermana veía un tanto lejos una procesión así como la que describes de la santa Compaña, y les decía pero nadie podía verla y tiempo después aquella personas que la vio falleció mas o menos como entre 6 o 8 meses.



El segundo y último relato es sobre la experiencia que le sucedió a mí papá.
En la ciudad de Andahuaylas, Perú, mi padre había comprado una vasija prehispánica a un ciudadano francés que obtuvo tal pieza en una excavación por el lugar.
Mi padre vivía en una casa que antes fue un monasterio donde penaban. Él puso la vasija en la cocina. Él me cuenta que la vasija tenía una particularidad excepcional: si ponías una moneda dentro de la vasija, encontrabas luego que había dos o más.
Después de ello, vino una experiencia que provocó una animadversión a la vasija.
En una noche, mi padre se despertó tras escuchar unos ruidos que provenían de la cocina. Mi padre estaba comprometido con una pareja que era anterior a mi madre. Ambos se despiertan del todo, pensando que eran ladrones quienes habían ingresado a la cocina. Los ruidos eran cómo de voces y se escuchaba un redoblar de tambores. Mi padre salió de su cuarto, que estaba en el segundo piso, y  se dirigió al baño que también estaba en el segundo piso. El baño tenía un tragaluz que daba a la cocina, que estaba en el primer piso. Desde el baño uno podía ver la cocina. Mi padre se asomó y no dio crédito a lo que vio: en la cocina, había unos cuatro o cinco enanos con túnicas blancas y encapuchados que entonaban extraños canticos y hacían una redondela. Así caminaban hasta que simplemente se desvaneció tal visión.
Mi padre se contuvo y pudo manejarse. Decidió que la vasija no se podía quedar, por lo que la mandó en una encomienda a la casa de sus padres en Cañete.
Mi abuelo también dio cuenta de que la vasija multiplicaba las monedas que se dejaban en su interior y que también vio a la procesión.

Mi padre asegura que esa vasija de los gentiles, cómo así la llamaba y refería, tuvo que ver con la muerte de mi abuelo, su padre, ya que su deceso ocurrió poco tiempo después que trajo la vasija a la casa de mí abuelo.

Plaza de Armas de Andahuaylas, Perú



La Santa Compaña

Galicia es una región muy enigmática, al norte de España, donde la tradición se infunde en la atmosfera de la región, como si la bruma del bosque fuera el indicador de que algo siniestro circula por el lugar.
Existe una tradición muy conocida en la región gallega. Una tradición muy temida en aquellas tierras. Dicha tradición es la Santa Compaña.




No sólo es en Galicia donde ubicamos este fenómeno. En diversas regiones de España y también en otros países de habla hispana, la Santa Compaña es un hecho conocido que incluso tiene varias denominaciones. Santa Compaña, Estantigua,  Güestia, Güéspeda, Estadea, Hoste, Genti de Muerti, o simplemente Procesión de almas. No importa el nombre, siempre se describe el mismo fenómeno el cual consiste en una procesión de animas que van vestidas con túnicas que impiden ver su rostro cadavérico. Van portando una vela en la mano, la cual no es otra cosa que una canilla de muerto. La persona que vea este fenómeno será abordado por uno de los espectros al cual le darán una vela y que descubre esa persona que ello se convirtió al día siguiente en un hueso. Esa persona cuando muera se unirá en espíritu a vagar en esa procesión maldita.
Aunque en varias partes de España y Latinoamérica se han producido esos avistamientos, esta leyenda de espectros errantes es más conocido en Galicia, como si de ese lugar se haya dispersado tal fenómeno.
Es sabido entre los gallegos que entre los bosques se aparece una comitiva de monjes que andan portando velas, siendo una procesión de muertos, por lo que nadie debería ingresar al bosque para no ver tal espectáculo, ya que si lo hicieres, tú tendrías que unirte a la procesión a la noche siguiente, cuando los muertos caminen a tu hogar para llevarte con ellos.

Se cree que esos espectros son las almas de monjes que fallecieron y que fueron enterrados en estancias mortuorias o catacumbas dentro de las iglesias. Sólo así se puede explicar el porqué este fenómeno es tan conocido fuera de Galicia, ya que los legos que morían nunca dejaban de pertenecer a la hermandad de la iglesia a la que pertenecían. Pareciera ser como una maldición que cuando las distintas órdenes religiosas llegaron a las colonias españolas en América, ese fenómeno comenzó a producirse en las iglesias de las ciudades hispanoamericanas.

Las vestimentas de los espectros varían desde túnicas blancas hasta túnicas negras pero una constante es que en Galicia los espectros visten de túnicas blancas y en otras regiones de España y también en otros países generalmente los fantasmas deambulan con túnicas negras, recordando quizás a las órdenes franciscanas y agustinas.



Aunque el aspecto de la Santa Compaña varía según la tradición de diferentes zonas, la más extendida es la formada por una comitiva de almas en pena, vestidos con túnicas blancas con capucha que vagan durante la noche.
Esta procesión fantasmal forma dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente de esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor llamado Estadea.
La procesión va encabezada por un vivo (mortal) portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, notándose su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.
Esta persona viva que precede a la procesión puede ser hombre o mujer, dependiendo de si el patrón de la parroquia es un santo o una santa. También se cree que quien realiza esa "función" no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche, únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su extremada delgadez y palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido (al cual el que encabeza la procesión le deberá pasar la cruz que porta).
Caminan emitiendo rezos (casi siempre un rosario) cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla.
A su paso, cesan previamente todos los ruidos de los animales en el bosque y se escuchan unas campanas. Los perros anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando de forma desmedida, los gatos huyen despavoridos y realmente asustados.
Se dice que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos a "La Compaña". Elisardo Becoña Iglesias, en su obra La Santa Compaña, El Urco y Los Muertos explica que según la tradición, tan sólo ciertos "dotados" poseen la facultad de verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuirla, etc.
Para librarse de esta obligación, la persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él o bien acostarse boca abajo. Para librarse de la Santa Compaña se debe llevar una cruz encima, rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña, o bien, en última instancia, salir corriendo.

Aunque todas sus versiones coinciden en considerar la Santa Compaña como una anunciadora de muerte, hay diferentes versiones.
En la mayoría de las historias la Santa Compaña realiza sus apariciones de noche, pero también hay casos en los que se habla de salidas diurnas.
En unas versiones se cuenta que la luctuosa procesión transporta un ataúd en el cual hay una persona dentro, la cual puede ser incluso la persona que sufre la aparición siendo su cuerpo astral el que está en el ataúd.
Se pueden aparecer en diferentes lugares, pero predominan en las encrucijadas.

Las numerosas leyendas sobre esta compañía de difuntos en pena cuentan que se aparecen en los caminos cercanos a los camposantos en busca de algo o alguien, y que siempre aparecen con un motivo por el cual es símbolo de desastre o maldición. Los motivos por lo que esta compañía de almas errantes puede aparecer son:
-Para reclamar el alma de alguien que morirá pronto. Cuenta la leyenda que quien recibe la visita de la Compaña morirá en el plazo de un año.
-Para reprochar a los vivos, faltas o errores cometidos. Si la falta es especialmente grave, el mortal que la ha cometido podría recibir la visita de la Compaña para que la encabece, condenado así a vagar hasta que otro mortal le reemplace.
-Para anunciar la muerte de un conocido del que presencia la procesión.
-Para cumplir una pena impuesta por alguna autoridad del más allá.

En España, sobre todo en Galicia, se recogen numerosas leyendas en torno a esta macabra procesión. Algunas de ellas están recogidas en el "Diccionario de los seres míticos gallegos".
Cuenta una de ellas que esta misa se celebra de noche en la iglesia parroquial, suele ser los domingos por la tarde, a la que asisten las ánimas de los finados de la parroquia que están penando en el Purgatorio: Oficia la misa el ánima de un antiguo clérigo en la parroquia, puede que ni recordado por los vivos. La principal condición para que pueda celebrarse esta misa es que asista a ella un vivo, pues sino no tiene validez. El vivo, sin saber qué puede ocurrir, se acerca a la iglesia porque la ve iluminada de noche y con gente dentro, oye algún ruido o siente algo extraño que le hace mirar qué pasa. Al finalizar la ceremonia, las ánimas desaparecen como por arte de encanto, se apagan las luces, se cierra la puerta de la iglesia y el vivo, en muchos casos se queda solo dentro y hay veces que hasta es tomado por ladrón cuando lo descubren al otro día...




CASOS DE AVISTAMIENTOS:
Miles de testimonios aseguran haber visto una procesión de figuras con sudario, que avalarían la existencia del mito gallego de la Santa Compaña. ¿Qué hay de cierto? Veamos las hipótesis más sugestivas y los relatos de algunos testigos.
El doctor Pereira regresaba a casa al filo de las dos de la madrugada tras atender un parto difícil en una aldea vecina. Al doblar un recodo del camino se encontró con «La Compaña». Era un grupo de unas ocho tétricas figuras vestidas de blanco y cubiertas con sendas capuchas comandado por un pálido individuo que portaba una gran cruz de madera. La fantasmal comitiva se movía en el más absoluto silencio, mientras un fuerte olor a cera quemada lo inundaba todo. De repente, el grupo se detuvo frente a la casa de Manolo, el de la ferretería. El pánico dominó al doctor Pereira que salió disparado, como alma que lleva el diablo, para refugiarse en su vivienda, al otro lado del pueblo. Atrás quedaba el «mito imposible» que había visto con sus propios ojos: «La Santa Compaña». Cuatro días después Manolo el ferretero moría de un infarto en la tasca del pueblo...
Este es uno de los casos típicos y tópicos que el folklore y la cultura popular gallega amontona entre los relatos de los viejos lugareños de cualquiera de sus aldeas. Y es que resulta muy difícil, aún en los años noventa, encontrar una aldea o pueblo gallego en el que no exista, al menos, un testigo de estas insólitas apariciones.
Muchos han sido los literatos e intelectuales gallegos que han elegido «La Santa Compaña» como el argumento base de sus fábulas, y muchos también los antropólogos y sociólogos que han pretendido estudiar y comprender el mito. Pero todos los intentos de cuadricular esta tradición han sido pobres en resultados, ya que el mito de «La Compaña» ha sido asimilado de tal forma por la cultura rural gallega que sus variantes y matices son demasiados para ser clasificados alegremente. Cada pequeña localidad posee una «Santa Compaña» con personalidad propia.
Naturalmente existen casos abundantes para apoyar cualquiera de las creencias populares sobre ánimas, a pesar de que con el estudio serio y científico que algunos investigadores han hecho del mito, éste comienza a perder su aureola sobrenatural para encontrar, en muchos casos, una serie de respuestas posibles más lógicas y terrenales.
Según el estudio de algunos antropólogos o investigadores que se han ocupado del tema, en muchas ocasiones las apariciones de «La Compaña» se daban en lugares de características similares: terreno irregular, poca luz, un solo testigo y a altas horas de la noche... Algunos estudiosos, tras analizar casos concretos, llegaron a la conclusión de que en muchas ocasiones una pandilla de contrabandistas de tabaco, tan habituales en Galicia, o una partida de mariscadores, bien podrían haber sido tomados en la penumbra de la noche y por unos testigos pre-condicionados culturalmente, por una procesión de «ánimas en pena». Y no les falta razón.



En El Ferrol Juan Pérez decía: «Estaba con mi hermano en el coche, cerca de la playa, cuando los vimos. Eran una media docena. Todos vestían túnicas blancas, como de monjes, y se movían en silencio por encima de las rocas. Nos quedamos petrificados sin poder decir palabra...».
Bruno Alabau, otro testigo de la insólita aparición, fue el más explícito, ya que pudo presenciar el fenómeno desde más cerca: «Fue en marzo de 1982, en Gisamo (La Coruña).
Yo era boy-scout y me encontraba con mis compañeros en una acampada de fin de semana. Después de la cena, ya era de noche, hicimos un «acecho», una especie de juego del escondite. Yo decidí rodear el campamento a través del bosque, así que me fui colina abajo y cuando estaba llegando al camino ví unas luces. Pensé que sería alguno de mis compañeros así que me escondí detrás de unos árboles con la idea de darles un susto, pero el asustado fui yo. No me preguntes qué era aquello. Eran siete «personas» en dos filas de tres y con uno de ellos delante, entre las dos filas. Todos vestían igual, una especie de túnicas terminadas en unos capuchones, como los de Semana Santa. El de delante llevaba una gran cruz que parecía hecha con dos maderas planas. Y los dos que le seguían, uno en cada fila, llevaban una gran vela cada uno. Los otros cuatro no llevaban nada. Me quedé allí, como paralizado, hasta que cruzaron frente a mí y se perdieron tras los árboles. Luego volví corriendo al campamento pero no conté nada a nadie; me tomarían por loco...».
Según la tradición popular, Bruno habría tenido mucha suerte, ya que el fundamento del mito es el de que «La Santa Compaña» está compuesta por un grupo de difuntos precedidos por un vivo condenado a salir todas las noches a los caminos, comandando la fúnebre peregrinación, portando la cruz o un cubo de agua bendita, hasta encontrarse con otro vivo a quien traspasar la condena y así quedar libre. De no hacerlo así, en un determinado tiempo iría enfermando y palideciendo gradualmente hasta morir.



Dicen los lugareños que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos a «La Compaña». Elisardo Becoña Iglesias, en su obra «La Santa Compaña, El Urco y Los Muertos» explica que según la tradición, tan sólo ciertos «dotados» poseen la facultad de verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuírla, etcétera. Y es que habría una serie de indicios de la proximidad de la aparición como podría ser el olor a velas surgiendo de repente, o el espanto de determinados animales: perros, gatos, caballos... que según la leyenda pueden ver esos fantasmas por algún tipo de sensibilidad especial.
El buen creyente habrá de dejarse guiar por esa intuición y tomar igualmente las medidas oportunas. En las afueras de La Coruña, existe el caso de Fernando A. Hermida: «Iba con mis hermanos a ver una carrera de motos cerca de Santa Cristina. Debían ser las ocho, pero como era invierno ya había anochecido. De repente, escuchamos que los perros de una finca cercana comenzaron a ladrar como locos y un fortísimo olor a cera quemada nos rodeó. No es que yo crea en esas cosas pero, por si las moscas tracé un círculo en el suelo a nuestro alrededor, hicimos «la higa» con las manos y gracias a Dios no pasó nada... ».



Algunos investigadores han intentado buscar paralelismos entre otros casos de «aparición fantasmal» en Galicia y el mito de la Compaña. Celia D. Calo, joven administrativa de órdenes, describe la aparición en su propio domicilio de un ser alto, vestido de blanco y con apariencia cuasireligiosa. Si nos limitásemos a tan pobre descripción, efectivamente podríamos buscar paralelismos, pero «La Compaña» posee una estructura, una personalidad y una tradición muy específica como para equipararla, gratuitamente, con otras apariciones. Más aún cuando el caso presenta tintes precognitivos. Precisamente esta es una de las señas de identidad de la auténtica «Santa Compaña».
En la localidad pontevedresa de Marín, existe otro caso, el de Charo Santiago: «Yo regresaba a casa después del trabajo. Aquella noche había salido un poco más tarde porque teníamos tarea atrasada. Salí de la carretera principal de Marín por el atajo que tomaba siempre que tenía prisa. Entonces los ví. Eran unos diez. Vestían todos de blanco y algunos llevaban luces, velas o candiles. Estaban parados delante de la casa de Mari Carmen, una vecina que conozco hacía años. Yo me asusté mucho y eché a correr hasta llegar a casa. No lo comenté con nadie hasta que dos días después esta vecina moría de repente, de no se qué enfermedad rara...».
Casos como el de Charo han llevado a especular a algunos parapsicólogos con la posibilidad de que se trate de una justificación inconsciente del testigo que ha tenido una premonición de muerte y la proyectase mentalmente como «La Compaña».
Desgraciadamente hasta el momento no se ha hecho ningún tipo de investigación en profundidad. Javier Alonso Rebollo comenta los aspectos psicológicos de «La Santa Compaña»: «En sí mismo este mito reúne las características clásicas de los populares «fantasmas», a pesar de verse influído por otros aspectos del folklore gallego. Uno de los mayores legados que el neolítico dejó en esta región es el de la vida más allá de la muerte, y las diversas corrientes culturales y heréticas que llegaron a Galicia nos trajeron la creencia en que eran posibles las comunicaciones con ese más allá. Esto podría entroncar con determinadas creencias espiritistas. Pero además «La Santa Compaña» presenta un aspecto precognitivo al anunciar la muerte del visitado por esta comitiva, y también aspectos relativos al desdoblamiento «astral», ya que el vivo que ha de presidir la peregrinación no podrá esconderse en ningún lugar ni huir. Según el mito, cada noche, inevitablemente, y mientras no traspase la cruz a otro vivo, saldrá de su cuerpo cuando esté dormido y aparecerá nuevamente al frente de la procesión de difuntos... ».
Sea como fuere, miles de personas en toda Galicia aseguran haberla visto. Cientos de testigos afirman haberse topado en las oscuras «corredoiras» gallegas con una fantasmal procesión compuesta de pálidos espectros vestidos de blanco, mensajeros de la muerte y del miedo. Y aunque un amplio sector de la población dude de su existencia... haberla hayla.



En el municipio pontevedrés de Budiño existe uno de los casos más típicos y arquetípicos de aparición de la Santa Compaña.
Sofía R.Pérez es un ama de casa de 42 años, madre de cuatro hijos, conocida y respetada por todos los vecinos del pueblo. A pesar del tiempo transcurrido desde su experiencia, Sofía la recuerda perfectamente.
«Yo tenía ocho años comenta cuando ocurrió. Mi madre y yo habíamos salido para visitar a una amiga y bajábamos por el camino de detrás de la casa, cerca del cementerio.
No era muy tarde, pero como era invierno ya era de noche. Fue justo al llegar al cruce. Yo oí un ruido de pasos muy grande, como si se acercase mucha gente. Le pregunté a mamá si lo oía y dijo que sí. Entonces vimos que bajaba por la carretera una procesión, como de un entierro. Eran muchos, no sé el número, pero todos vestían igual. Llevaban una especie de túnicas negras que les cubrían todo el cuerpo, con una capucha también negra. Pasaron muy cerca de nosotros.
Nos quedamos paralizadas. Yo era muy pequeña y no entendía muy bien qué era aquello, pero mi madre estaba aterrorizada, me apretaba muy fuerte contra ella, diciéndome que no hiciera ruido. Y cual fue nuestra sorpresa que al final de la fila de «La Compaña», vimos a una mujer; ¡A una vecina nuestra!.
Era la «Tía Preciosa», una vecina que vivía unas casas más arriba de la nuestra. Yo la reconocí por su forma de andar, porque tenía un defecto en las piernas y luego la vimos muy claramente. Llevaba como un palo en la mano y una especie de «pedra» como un mármol, pero muy, muy brillante. Pasó a nuestro lado en silencio «como un ánima». Y se fue detrás de la Santa Compaña.
No nos dio tiempo de preguntarle que hacía allí. Cuatro días después de pasar esto, «a tía Preciosa» moría. Estaba en la cocina y un rayo entró por la chimenea y la mató. Yo creo que aquello fue un aviso... todos avisamos antes de morir...».
Llegó el día y se reunieron los cinco en la plaza, Juan estaba nervioso mientras sus amigos lo tomaron a risa y cachondeo. Se dirigieron hacia el interior del bosque por el sendero. Bromeaban con el tema a cada paso, y Juán se ponía cada vez más alterado, hasta que enfadado les sugirió un cambio de actitud o volvería a su casa.
Llegaron a una zona que de repente se volvió silenciosa, las aves nocturnas cesaron sus cantos, los perros aullaban en la lejanía, y un olor a cera se percibía cada vez más intenso. Juán estaba aterrado, y con su mirada buscó la salida del camino, creía recordar que había un “cruceiro” por allí cerca. Los chicos se reían de él, hasta que un sonido cada vez más penetrante comenzó a llegar a sus oídos, eran ruidos de cadenas y una pequeña campanilla. Salieron del sendero buscando la carretera, y según llegaron a ella, las vieron...
Ya los tenían muy cerca, según llegaron a la carretera las distinguieron, las dos filas de almas, con el vivo en la cabecera del grupo portando la cruz y el cubo. Todos salieron corriendo a toda velocidad, dirigiéndose hacia sus casas sin mirar atrás ni prestando atención a sus amigos tal era el miedo que los poseía.
Juan quedó inmóvil, paralizado por el miedo, y cuando quiso reaccionar ya los tenía delante, el sonido de sus rezos penetraba en sus oídos perforándolos, sus ojos comenzaron a llorar sangre y el corazón parecía dejar de latir por momentos. El que portaba la cruz y el cubo extendió sus brazos presentando su ofrenda, y él incapaz de retener sus brazos que no le obedecían, recogió el ofrecimiento.
Llegó la mañana sin que ninguno pudiese pegar ojo, y pasaron el domingo sin verse. El lunes cuando se vieron en el colegio no hablaron del tema, les causaba temor hacerlo. Y pasaron los días, Juan cada día estaba más cansado y pálido, y sus amigos comenzaron a sospechar lo que había podido pasar, ninguno parecía recordar si él también había salido corriendo la maldita noche. Temían que hubiese sido sustituido por el que presidía la procesión maldita, pero ninguno se atrevió a contar nada a nadie. Meses después Juan falleció sin que ningún médico fuese capaz de dar un diagnóstico del mal que acabó con su vida.




Esos relatos los he sacado de foros españoles ya que en internet todos los relatos sobre la Santa Compaña son de hombres y mujeres de España, principalmente de la región de Galicia. Sin embargo, en la literatura americana, uno también puede encontrar pruebas escritas de que la Santa Compaña está presente en América Latina.
En el próximo artículo, relataré algunos relatos que encontré de la Santa Compaña en la literatura del Perú, siendo que en América Latina se le conoce a este fenómeno como Procesión de las ánimas.

lunes, 20 de marzo de 2017

Investigación departamento abandonado (Lima, Perú)

El siguiente artículo trata de la investigación filmada a un apartamento abandonado que realicé el 19 de mayo del 2015.
El apartamento en cuestión es un apartamento abandonado de mi edificio, ubicado en el distrito de Breña, en la ciudad de Lima.
Ese apartamento está al final  del largo corredor.
Hace tiempo ese apartamento era habitado por un vigilante pero desde hace casi dos décadas que está deshabitado.

Desde que yo era niño, me daba algo de temor jugar hasta por allá, porque dicho apartamento daba miedo por estar con las lunas rotas y viéndose desde el exterior su estado ruinoso. Por las noches daba un poco más de miedo acercarse, ya que, en ese tramo estaba a oscuras debido a que un foco se quemó. Como a su lado está la azotea, pensaba que allí rondaban brujas y que me podían atrapar. Era la particular casa embrujada del barrio.

Hace unos cinco años una familia de escasos recursos económicos comenzó a vivir en su interior pero sólo se quedó unos meses.
Desde hace un año, mi padre le pidió permiso al dueño de todo el edificio para que le diera potestad afín de usar ese apartamento como almacén. El dueño le aceptó y le entregó la llave del apartamento. Yo ingresé al interior de esa casa con mi papá y guardamos algunos trastes que sobraban en mi casa.
Me gané viendo el interior de esa casa, algo que siempre quise hacer. Descubrí que dicho apartamento es muy pequeño. Consta de dos estancias muy pequeñas y la altura del techo era de casi dos metros. La pintura se estaba descascarando.
Con el paso de los meses, mi familia no fue la única que comenzó a guardar cosas allí, sino que varias familias comenzaron a guardar algunas cosas.

Pero se me quedó esa sensación de ir de noche a ese cuarto.
Por lo que aproveché en estos días en ingresar e investigar dicho apartamento de noche y filmar dicha intrusión para mostrarles la investigación y así ustedes puedan ver el interior de dicha vivienda abandonada.


Yo, Invocultas, hice la investigación solo.



Martes 19 de mayo del 2015 11.10am
Yo, Invocultas, aprovechando que no había vecinos cerca y que aún los vecinos no regresaban del colegio, decidí salir de mi casa e irme al apartamento abandonado. Grabaré el ingreso desde la caminata en el corredor de mi edificio hasta el ingreso del apartamento.
Considerando que en dicho piso viven personas (mis vecinos), no hablaré nada en la investigación y procuraré no hacer ruido cuando esté en el interior.

Vean el siguiente video que filmé y colgué en Youtube.

https://www.youtube.com/watch?v=YO8uu6pL4RQ

Martes 19 de mayo del 2015 11.30am
Como ustedes verán en unos instantes, el apartamento es muy pequeño y lo que me sorprende es que está completamente abarrotado de trastes y muebles viejos, obstaculizando ingresar o siquiera desplazarse por el interior de la vivienda. Yo no me imaginaría que esté tan abarrotado. Hace meses que mi familia no ha almacenado nada allí, pero como dije, no somos los únicos, también otras familias guardan allí cosas.
Es una desilusión porque quería recorrer en la noche la estancia. Sin embargo, de todas maneras voy a ingresar en la noche y me voy a quedar filmando en el interior de dicho apartamento. Intentaré abrirme paso, pero voy a quedarme al menos más de diez minutos en el interior del apartamento. 

Aquelarres: reunión de las brujas en el Cerro Prieto (Ica)

En el artículo "Leyendas y Tradiciones Iqueñas", que trata sobre dicho libro del escritor iqueño Juan Donaire”, abordé varias historias, siendo una de ellas la del cerro Prieto.
Como ustedes saben, dicho cerro tiene un aura muy negativa, relacionada con la creencia de que allí se congregaban brujas en fatídicas y macabras reuniones nocturnas.
La creencia de que se daban aquelarres en dicho cerro fue la comidilla de la sociedad iqueña por varios años, por no decir siglos.
Es una tradición que ha quedado remarcada en todas las generaciones.
Sin más preámbulos, presento:
Aquelarres: reunión de las brujas en el Cerro Prieto.



Una de las historias de terror más famosas y aterradoras era que en el Cerro Prieto se hacían aquelarres de brujos y brujas al amparo de la noche.
Actualmente dicha leyenda se está perdiendo y debo reconocer que yo conocí dicha leyenda al leer el libro "Leyendas y Tradiciones Iqueñas" en el 2004.
Todo lo que conozco de dicha leyenda es básicamente es en base a dicho libro, por lo que es mi fuente primaria para tocar esta leyenda.
Según Juan Donaire Vizarreta, las brujas venían de Cachiche y de otras localidades cercanas. Celebraban dichas reuniones bajo presidencia de Satanás. Ejecutaban danzas macabras, renegaban de todo lo santo y hacían daño a determinadas personas mediante conjuros mágicos. Entiéndase la frase hacer daño por hacer alguna brujería relacionada a la magia negra para ocasionar accidentes o incluso la muerte.
Entre ellos también peleaban por lo que cuando la situación se acaloraba, Satanás los callaba lanzando fuego por la boca.
Cuando el daño no producía el efecto deseado por los brujos, ellos lo arrojaban a la sucursal del infierno, situada en las laderas del Cerro Chico. Se aprecian desde lejos dos lenguas de fuego, incrustadas en las piedras.



En los días de las referidas reuniones fatídicas se oían gritos, lamentaciones, ruidos extraños y retumbar de tambores y redoblantes. Dichos ruidos se escuchaban hasta que en el siglo XIX se pusieron las tres cruces que se contemplan hoy en día.

Dicho Cerro Prieto es también celebre puesto que allí una famosa bruja se bautizó como tal. La bruja Heralda fue bautizada en el mismo cerro Prieto y allí se reuniría en cuantiosas reuniones nocturnas donde conjuraba sus males, bailaba diabólicamente y se echaba a volar sobre una escoba transformada en una anciana de aspecto horrible.
Se puede apreciar aún la vivienda de piedra que ocupó Heralda en el cerro. Allí se reunía con su comitiva de brujos.


martes, 7 de marzo de 2017

Relato de investigación a casa abandonada

Allá por el 2015 me llegó un mensaje a la cuenta de Facebook.
Este mensaje era de un joven de nacionalidad mexicana quien me pidió que lo mantuviera en anónimo. No es de extrañar que sea mexicano, puesto que en México está muy desarrollado el tema por lo paranormal, y las salidas o intrusiones a casa abandonadas son muy comunes.
Él me relata sobre  una investigación que hizo él junto a dos amigos a una casa abandonada en el casco antiguo de Nuevo León.





RELATO COMPARTIDO POR SUSCRIPTOR ANÓNIMO DE YOUTUBE MEDIANTE MENSAJE EN LA PÁGINA DE FACEBOOK
"Buenas noches, amigo Invocultas (mi nick en el canal de Youtube). Me gusta tu canal, ya que tocas temas muy diferentes. Me sorprende que no seas mexicano, ya que en mi país hay muchísimos canales que tienen el mismo formato tuyo, aunque claro, tú no haces creepypastas.
No quiero dar mi nombre. Soy mexicano y vivo actualmente en el D.F.
Yo soy una persona muy interesada en esto de los relatos malditos como se llaman en mí país, México.
Siempre me ha dado alegría el escuchar relatos sobre el metro o sobre algunas casas abandonadas, por lo que yo mismo comencé a ingresar a algunas casas abandonadas.
Incluso una vez ingresé a la casa de la tía Toña, pero eso se lo cuento en otra ocasión.
Bien, yo me encontraba viviendo por el 2013 en el casco antiguo de Nuevo León.
Yo me hice muy amigo de dos jóvenes que también le gustaban eso de investigar casas.

Más o menos por noviembre del 2013, los tres decidimos colarnos dentro de una casa abandonada.
Habíamos llevado una cámara para filmar la travesía y una grabadora para captar psicofonías.

Nos colamos dentro de una casa y adentro decidimos que deberíamos dividirnos.
Mis dos amigos se fueron al segundo piso mientras que yo me fui a una habitación al fondo del pasillo en el primer piso cerca del patio y puse la grabadora en una habitación. Yo no debería moverme hasta que ellos vengan.
Dejé grabar por varias horas mientras me quedaba allí. Yo sentí que había una presencia en la habitación, allí conmigo. La tensión era alta. Tenía mucha ansiedad y aunque no veía nada en la oscuridad sabía que no estaba solo.
Para infundirme valor hice unas preguntas.
Pregunté con una voz temblorosa “¿hay alguien acá? Si es así dime tu nombre”.
Luego pregunté después de varios minutos ya que no sabía que preguntar “¿Cómo moriste?”
Hice casi una o dos preguntas cada tres minutos, mientras más ansioso estaba y estaba más seguro de que había algo conmigo porque mientras preguntaba me pareció escuchar unas palabras que respondían a mis preguntas.
Tras ya casi quince minutos no pude soportarlo más y salí de esa habitación recogiendo la grabadora allí y salí en búsqueda de mis amigos.
Yo al salir de la habitación comencé a llamarlos por sus nombres por lo que escuché las voces de ellos en el segundo piso y sus pasos acercándose y los vi bajar por las escaleras preguntándome que pasó y yo les dije que ya no soportaba estar en dicha habitación ningún minuto más y que quería irme cuanto más antes de allí.
Nos fuimos de la casa y cada uno se fue a su casa.

Yo decidí revisar la grabación al día siguiente. Cuando la revisé, limpié el ruido y pude escuchar tres psicofonías, cuatro en realidad aunque la última era algo casi ininteligible. La primera fue cuando yo pregunté “¿hay alguien acá?” y justo allí alguien respondió con una voz cavernosa “Somos muchos”. Eso fue en el minuto 4.
Luego en el minuto 8 tras preguntar “¿Cómo moriste?”, la misma voz dijo “nos mataron”.
Y por último en el minuto 12 logré escuchar otra voz esta vez parece de un niño quien pregunta “¿adónde vas?

Yo llamé a mi amigo y le comenté lo que escuché. Él me dijo que no me lo puede creer y no lo creyó hasta que él mismo la escuchó cuando nos reunimos en mi casa y los tres escuchamos el audio.
Sin embargo, él, al escuchar la cuarta psicofonía que estaba grabada en el minuto 14, casi unos 15 segundos antes de acabar la grabación, se aterró. Tanto yo como el otro joven no pudimos escuchar bien lo que decía sino que era algo ininteligible pero él nos dijo que lo que escuchó era una voz que decía “mátalos”. Es cierto que algo se escucha allí pero era muy ininteligible, parecía más bien ruido.
Eso nos asustó mucho decidimos dejar de lado las exploraciones y las psicofonías.
Unas semanas después, me mudé al D.F justo donde sigo viviendo hasta ahora.
Sobre la grabación... el audio lo tengo yo pero decidí no subirlo a internet aunque si he dejado escuchar a algunas personas sobre el audio y bueno, algunos piensan que se trata de un fake. La grabación está bien guardada se podría decir pero aún me mantengo firme en no subirla a internet.
Pueden pensar que es un invento, pero es la clarita verdad, está en ustedes creerme o no.
Esto fue todo el relato de lo que me pasó. Me despido. Un saludo cordial a ti Invocultas y tus seguidores del canal Investigaciones Ocultas."


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No sé si sea cierto o no, ustedes son libres de juzgar. Yo sólo comparto el relato. Sea si es real o no, admito que su relato es muy bueno. Espero de corazón que él pueda subir la grabación para que disfrutemos de ella.


jueves, 2 de marzo de 2017

El bosque de Aokigahara (El bosque de los suicidas)

En el vasto mundo, hay lugares especiales, lugares marcados, lugares señalados como ambientes en donde uno jamás debe estar allí, mucho menos de noche.
Dichos lugares, son zonas calientes en lo que se refiere a actividad paranormal debido a la energía negativa que hay en su seno.

Uno de esos lugares se encuentra en Tokio, Japón. Se horrorizarán al saber que junto al lugar turístico por excelencia de Japón, el monte Fuji, se encuentra un lugar cargado de pesimismo y una oscuridad insondable. Y es que, a los pies del Fuji, hay un extenso bosque. Es el bosque de Aokigahara, también conocido como Jyukai (Mar de Árboles), y aunque no es tan conocido a nivel mundial como el monte Fuji, también es conocido aunque de manera sombría.
Dicho bosque es frecuentado por personas que van a terminar con sus vidas.
Te invito a este recorrido por El bosque de Aokigahara: el bosque de los suicidas.





No se sabe a ciencia cierta porqué las personas eligen este lugar para quitarse la vida.
Desde tiempos remotos, en tiempos de hambre niños y ancianos y cualquier persona que fuera considerada una carga y una boca más que alimentar era dejada en este bosque, muriendo de inanición.
No sé si esa historia ha conllevado a atraer a personas que están desequilibradas emocionalmente para terminar con sus vidas en el interior del bosque.
Su fama como lugar de suicidio quizá se deba a que en 1960 se publicó la novela Nami no Tou de Seicho Matsumoto, en la que al final de la obra dos amantes se suicidan en el bosque. Además, en 1993 se publicó El completo manual del suicidio de Wataru Tsurumi, una guía para suicidarse donde recomienda este bosque como un lugar idóneo para quitarse la vida.
Desde ahora advierto que las fotos que van a ver pertenecen a restos humanos encontrados en el bosque, son fotos reales y pueden herir la susceptibilidad del que los vea.

Como ven, muchas personas con problemas económicos, sentimentales o de cualquier índole han venido y se han suicidado. Las dos formas más comunes que se pueden apreciar de suicidios en dicho bosque es mediante el ahorcamiento con una soga y tomando medicamentos o veneno.
Es el lugar en el que más gente se ha suicidado en Japón y el segundo en el mundo, después del puente Golden Gate ubicado en San Francisco, Estados Unidos.
El gobierno local declara que desde la década de 1950 se han hallado alrededor de 500 cadáveres. La causa principal de la muerte de estas personas es el suicidio. Muchos de los cadáveres tenían alrededor de 30 años de edad en el momento de la defunción. La cantidad de suicidas ha aumentado desde 1988, aumentando hasta casi 100 muertes al año.
En 2002 se encontraron 78 cadáveres en el bosque, con lo que se superó el anterior récord de 1998 de 73, y en 2003 la tasa ascendió a 100 personas. Por este motivo, en los últimos años el gobierno local ha parado de dar a conocer el número de suicidios, para de alguna manera evitar asociar Aokigahara con el suicidio. La alta tasa de suicidios ha hecho que se designara a operarios para que colocasen carteles en el bosque, tanto en japonés como en inglés, con el fin de que aquellos que vayan con el propósito de suicidarse busquen ayuda. Las batidas para la búsqueda de cuerpos se lleva realizando desde 1970. Unos 300 operarios se adentran anualmente en el bosque para localizar los cadáveres que no han sido encontrados por los visitantes y guardias forestales. Incluso la policía patrulla los alrededores en busca de posibles suicidas.
El turismo ha sido limitado únicamente a zonas vigiladas, y aunque no está prohibido adentrarse al bosque, se colocan numerosas señales de advertencia en varios idiomas para ayudar a las personas que piensan en suicidarse, a buscar ayuda de familiares antes de dejarlo todo.


Un mito popular sobre el Aokigahara es que los yacimientos de hierro magnético que hay en el lugar hacen que las brújulas y los GPS dejen de funcionar, provocando que los viajeros se pierdan.
En internet hay muchísimos foros que tratan sobre el misterio del bosque de Aokigahara pero destaca a mí parecer un relato contado en primera persona de alguien que al parecer era un turista y visitaba el bosque sin conocer su fama. He aquí el relato:



Mmm… el monte Fuji, todo un icono de Japón, con su cumbre nevada y, en primavera, con ese estallido de color de los miles de almendros en flor que pintan la estampa de tonos blancos y rosados convirtiéndolo en una ilustración de cuento de hadas. A un tiro de piedra de Tokio, aprovecharemos la visita para dar un pequeño paseo por sus laderas.



Ya hemos llegado. Es increíble que exista un lugar tan agreste y tan cercano a una de las ciudades más pobladas del planeta, la verdad es que toda la vasta extensión que rodea al monte Fuji está de lo más cuidada y protegida, las pocas edificaciones que se pueden encontrar respetan el entorno y pasan bastante desapercibidas. Ha sido un día duro, hemos subido hasta la cumbre del monte para disfrutar un buen rato de las vistas. Aquello es tan bonito que se nos ha ido el santo al cielo y comienza a atardecer en pleno descenso.
Como somos más chulos que un ocho, para atajar decidimos tomar un sendero que partía del camino principal y como no, nos hemos perdido. Como única referencia tenemos el monte a nuestras espaldas y a lo lejos, la enorme mancha gris que es Tokio. A medida que descendemos la perspectiva hace que la ciudad vaya desapareciendo y ante nosotros solo tenemos una oscura y gigantesca zona que parece un bosque denso y tupido.



Echando un vistazo hacia los lados, vemos que el bosque parece no tener fin y decidimos que probablemente nos cueste menos atravesarlo que rodearlo, por necesidad la carretera tiene que estar al otro lado del bosque y si llegamos a ella podremos seguirla hasta encontrar el parking donde dejamos aparcado nuestro Prius de alquiler. Por suerte, todavía queda un buen rato de luz y estaremos al otro lado antes de que anochezca.
Encontramos un sendero que se introduce en el bosque y para allá que vamos…
A los pocos pasos encontramos un curioso cartel, el que más entiende de japonés del grupo va descifrando lentamente lo que pone en él:
“Tu vida es valiosa y te ha sido otorgada por tus padres. Por favor, piensa en ellos, en tus hermanos e hijos. Por favor, busca ayuda y no atravieses este lugar solo”.
Vaya, no acabamos de entender muy bien el mensaje y bromeamos sobre lo mucho que les gusta aconsejar a estos japoneses.
Mientras caminamos, observamos que ciertas partes del bosque están cerradas con cinta policial e incluso en algunos lugares hay carteles que prohíben el paso. Suponemos que es para la conservación del bosque, para que la gente no salga de los pequeños senderos y moleste a la fauna o ensucie más de la cuenta el paraje. Continuamos nuestro camino…
Pese a las indicaciones, parece ser que la gente no es muy cuidadosa por aquí. A medida que nos vamos adentrando en el bosque nos vamos encontrando montones de desperdicios en los bordes del camino o entre los matorrales; zapatillas y todo tipo de prendas se encuentran tirados por doquier, papeles, objetos personales y, sobre todo, muchos envoltorios de medicamentos… esto es un poco raro…



Ya llevamos más de media hora caminando y los ánimos comienzan a decaer, cierto nerviosismo se instala en el grupo que involuntariamente acelera el paso por momentos. Las bromas han cesado y todos caminamos en silencio observando el extraño escenario que nos rodea. El que encabeza el grupo se para de golpe y se queda observando algo a su derecha, en un pequeño claro, el resto nos acercamos con curiosidad para ver qué es lo que ha detenido sus pasos… ¡La virgen! ¡Ante nosotros están los restos de una persona!



Estupefactos ante el macabro hallazgo todos tenemos la misma reacción, salir de allí cagando leches y emprendemos de nuevo el camino como alma que lleva el diablo. Mientras corremos observamos que el primer esqueleto no es el único, de reojo vamos viendo despojos de otros cuerpos humanos.
 Ya hemos perdido la cuenta del rato que llevamos corriendo por este tétrico lugar, alguno del grupo comienza a decir que estamos corriendo en círculos y que cree que por algún lugar hemos pasado ya en varias ocasiones. Otros dicen que no, que vamos por el lugar correcto y que no tardaremos mucho en salir de este infierno.



Mientras continúa la discusión aparece ante nosotros, entre los arbustos, algo que parece una tienda de campaña o una especie de chabola montada con plásticos y cartones. Nos acercamos para ver que es, quizás en el sumun de lo macabro a alguien se le ha ocurrido pasar unos días de acampada en este lugar tan terrorífico. Cuando meto la cabeza en el interior lo que me encuentro es todavía peor que los huesos esparcidos que nos habíamos topado hasta el momento… un cuerpo medio momificado descansa en el interior entre ropas sucias y pestilentes. Tras una vomitona antológica salgo de nuevo a la carrera y el resto del grupo hace lo mismo, incluso algunos no tienen reparos en adelantarme a los pocos segundos.



La dieta a base de soja y shake de los últimos días no ayudan mucho y comienzo a sentir punzadas de dolor en los costados. Ya hace un rato que me he desprendido de las piedras volcánicas que cogí en la cima del Fuji para llevarme de recuerdo, pero aún así la mochila me pesa una tonelada. Estoy pensando en detenerme un rato a descansar cuando noto que el bosque comienza a clarear, quizás estemos ya en los lindes y decido hacer un último esfuerzo. El grupo corre desperdigado, unos delante, otros más atrás.
A lo lejos parece que veo a alguien, ¡si! allá hay gente, por fin vamos a salir de este puñetero lugar. Pero al acercarme noto algo extraño, esta gente está inmóvil, ¡coño! ¡!están colgando de sogas¡¡
Ni mochila ni ostias, me desprendo de todo y corro todo lo que me permiten mis piernas y mis pulmones hasta que, por fin, consigo salir del bosque. Pálidos como lápidas, algunos compañeros esperan fuera del bosque, temblando y en silencio esperamos hasta que se reúna todo el grupo y, arrastrando los pies, emprendemos el camino por el arcén de la carretera en busca de nuestro vehículo. Esta noche vamos a necesitar unas cuantas botellas de licor para recuperarnos de nuestro peculiar paseo.





Muchas personas manifiestan que los suicidios se deben a causas sobrenaturales.
Muchos hablan del sorprendente poder que tiene el bosque, para arrastrar hasta su alcance a las personas más débiles, y conducirlas hasta la muerte, para poder así alimentar los corazones de los demonios, llamados oni, que permanecen presos entre las ramas de “Aokigahara”.
Desde hace 1200 años, la gente asegura haber visto espectros y los Oni rondando en el interior del bosque.
Así de apariciones, también se manifiestan gritos en la oscuridad, extrañas desapariciones y voces siniestras que uno escucha, voces que incitan a que uno se suicide.
Esa habladuría no parece descabellada, ya que, un sobreviviente manifestó haber visto a una bruja que, al mirarla, le produjo deseos de suicidio.
Tuvo suerte de de que lo socorriera un amigo.
Los espectros casi siempre son vistos a las 3am, de mujeres con mortajas, sin piernas o pies, pelo largo y negro, acompañada de dos esferas verde o azul.





Ahora bien, les contaré dos sucesos aterradores documentados y verificados.
El primero sucedió en 1968.
Mitsunima Zigueru fue encontrado ahorcado en un árbol del bosque.
Su cadáver fue llevado al centro de operaciones, especie de cámara mortuoria o almacén de cadáveres de los suicidas.
Al día siguiente la sorpresa se hizo general al desaparecer su cadáver de allí y ser encontrado nuevamente colgado en el mismo árbol.
Es por ello que desde entonces hay personas que son asignadas para pasar la noche en la sala con el cádaver y evitar su desaparición.




El más reciente suceso se dio a lo largo de tres noches en el 2014.
Le sucedió a dos guardias que hacían vigilancia en un centro turístico aledaño al tenebroso bosque.
Ayoama Keizuke y Ozora eran los vigilantes del turno noche.
En el tercer día de trabajo de Keizuke, a eso de las 2am, ambos guardias escucharon un sollozo que provenía del bosque.
Ambos guardias estaban desconcertados pero su desconcierto se convirtió en horror al escuchar que el sollozo se convirtió en un grito, un alarido.
Se calmaron y llegaron a la conclusión de que fue un probable suicida. No se reportó nada.
A la madrugada siguiente, los dos vigilantes estaban afuera del centro de vigilantes, fumándose un cigarro cuando observan que algo se mueve dentro del bosque y que es grande.
Ven una especie de silueta humana en los árboles, cerca a ellos.
Lo peor estaba por venir.
Tras estar así, uno de ellos, Keizuke, ingresó a la cabina para cargar su celular y vio que la luz del interior de la cabina estaba prendida.
Nadie ingresó a prender la luz.
Keizuke mira y es allí cuando el terror se apoderó de él.
En la ventana ve una cabeza y hombros de alguien que lo observa.
La figura no tiene cara, no tiene cabello, tampoco orejas ni boca.
En lugar de ojos, había dos huecos.
El espectro desapareció entre la maleza.
Keizuke pide auxilio y su compañero acude.
Piensan que fue una ilusión óptica de un intruso.
Deciden seguirle hacia el lugar donde pareció perderse.
Ya en la espesura del bosque, escuchan un ruido a la derecha y Ozora se interna en la espesura mientras que Keizuke se queda inmóvil.
Keizuke pide a gritos que Ozora regrese pero es allí cuando escucha unos pasos que se acercan adonde estaba él.
Eran decenas de pisadas, las cuales Keisuke y Ozora escuchan.
Parecía que hubieran varias personas allí pero no ven a nadie.
De pronto, ambos guardias comienzan a huir, perseguidos por las pisadas.
Tuvieron que haber visto algo pero nada.
A la tercera noche, en la vigilancia, Ozora le dice a Keisuke que se va al baño, baño que estaba en la cantina.
Keisuke se estaba fumando un cigarillo en el puesto de vigilancia cuando escucha que alguien está respirando trás él.
Se voltea y ve a su compañero. Lo raro es que Ozora estaba serio. Keisuke le coge del brazo y estaba helado.
Keisuke sale de allí, rumbo al baño.
Ozora le sigue.
Al llegar al baño, Keisuke descubre que la puerta estaba cerrada. Alguien grita desde adentro del baño. Era su compañero Ozora.
En eso, una mano fría cae sobre el hombro de Keisuke. ÉL giró pero no había nadie.
Algo se hizo pasar por su compañero y luego se desvaneció.
Keisuke renunció después de eso. Ozora siguió desempeñándose como vigilante.
Sin embargo, algo escabroso sucedió luego.
Tiempo después, Ozora se volvió más errático. Comenzó a volverse descuidado, desganado.
Parecía que su compartamiento se estaba deteriorando.
Su cordura comenzaba a hacerse trizas.
Pero la tragedia llegó.
Ozora se apareció en una ocasión desnudo y con un arma y corrió hacie el bosque.
Al día siguiente fue encontrado el cuerpo de Ozora con un disparo en la cabeza. Se había suicidado.

Otra leyenda asegura que los espíritus y y fantasmas de los suicidas niegan la entrada al bosque.
De hecho, se cuenta que las brújulas no funcionan en el interior del bosque.